SECCIÓN: CONTANDO CANCIONES
Siempre estuve de aquí para allá. Mi cuerpo de cartón soportó toda clase de situaciones; unas resultaron maravillosas y enriquecedoras aventuras, pero otras no tanto, sin embargo, todas forjaron mi espíritu viajero así como el de mi portador, convirtiéndonos en todo momento y circunstancia, en compañeros bien avenidos y compenetrados.
Siempre abría y cerraba mis brazos acartonados para abrazar enseres y pertenencias de aquel que luego me daba la mano para marchar o regresar, compartiendo la incertidumbre acerca de lo que nos depararía el destino en la partida o al regreso.
Servía también de apoyo para el descanso en tantas noches oscuras, cuando cerrando los ojos, mi compañero y yo, soñábamos con nuestro destino, en un lugar más allá del horizonte.
Creían que estaba hecha solo para albergar y transportar enseres de un lado para otro, pero tuve la suerte de pertenecer a una familia de la que fui parte importante.
En todas sus generaciones hubo marineros, emigrantes y, en general, viajeros que siempre me eligieron como compañera de viaje.
Guardé en mis entrañas todos los sentimientos y recuerdos que pude albergar, convertidos en un sombrero, un cuaderno repleto de letras y sueños, un pañuelo bordado con olor a perfume, un pequeño álbum de fotos… y tantas otras cosas que momentáneamente nos transportaban al lugar de origen y al hogar, que hacía más llevadera la soledad que, como sombra, siempre nos acompañaba.
Ahora, desde hace un tiempo, me he convertido en testigo mudo de la vida cotidiana de mi gente, siempre vigilante y un poco sintiéndome un elemento especial para todos ellos.
Me llama la atención un joven adolescente, nieto de mi último compañero de viaje, que viene a sentarse a mi lado, en silencio. No me puedo contener y le pregunto:— ¿Quieres que te cuente algo de mis aventuras?.―
Noooo, me responde, ¡quiero vivirlas y que tú me acompañes! Aunque mis padres no quieren, pues dicen que es una vida muy dura, pero yo deseo recorrer mi camino de otra manera. Además, ¿no protegiste y trajiste de vuelta a casa a los nuestros? ¡Pues asunto arreglado!
Mientras dice esto, acaricia mi pecho y mi espalda de cartón, ya cansados pero sabios, como queriendo leer en ellos todo lo vivido.
El joven Leandro, nieto de don Matías, mi anterior amigo y compañero de viaje, es muy testarudo y a menudo me recuerda que tenemos una aventura pendiente que vivir. Yo, cansada y con mi cuerpo ya desgastado por la vida, hago caso omiso. Todos los días discute con sus padres sobre el tema.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Fue poco a poco, sin decir nada a nadie, llenándome de sus cosas más queridas y las que él consideró más necesarias. Cuando creyó que era el momento de andar a solas el camino, de puntillas se marchó por no despertar a nadie, y yo con él, claro está. Tan solo nos acompañaban la luna nueva y el aire. No sabía Leandro que en mi interior, sin que nadie la viera, su madre había guardado una carta de despedida en la que había algunos consejos y muchas lágrimas. También había escritas unas palabras agradecidas para mí, que quizás comenzaba mi último viaje.
Yo fui la portadora de sus vivencias y recuerdos, pero Leandro, mi querido niño, me hizo partícipe de sus sueños.
Las palabras están basadas en un poema de mi autoría y al que Francisco González Tacoronte puso música y convirtió en habanera. Fue estrenada por la parranda Nijota en el certamen de habaneras de Santa Cruz de Tenerife en el año 2016, obteniendo los premios a mejor habanera inédita y a mejor interpretación.