Duelen...
tu espalda helada, tu fría nuca, tus gélidos ojos que ya no me miran nunca.
La rigidez de tus hombros, para mí tu indiferencia absoluta, el glaciar del desamor
y la muerte que barruntas.
No son casualidad mis escalofríos, ni esta soledad que mientras más grande
cada día yo, más diminuta.
Se volvió anémica la ilusión y las risas pasaron de ser muchas a ninguna.
Y el desamor, como un ladrón experto se lo va llevando todo, creando fisuras,
hasta que cae de golpe la verdad y solo hay una...
Que el amor es eterno mientras dura.