Ventana

Las ventanas de mi isla

 

Las ventanas de mi isla son especiales, no hay ninguna que no muestre en el horizonte al mar.

Que privilegio tener ventanas tan generosas; por muy pequeñas que sean, cuando miras a través de ellas, allí está, el inmenso, ellas sin vacilación no los muestran, y por si fuera poco, también abarcan con su prodigiosa mirada la majestuosidad del paisaje sobre él, los barcos cual danzarines, el blanco espuma y el blanco nube que le adorna, el reflejo de la luna en sus aguas, el brillo que le da los rayos del sol en verano, el remolino de sus olas, la infinita línea que lo une con el horizonte.

Las ventanas de mi isla son maravillosas, nos otorgan también el olor marino, permitiendo que el viento entre y salga a través de ellas e inunde nuestro espacio con aromas mil, dejándonos instantes de vida llenos de salitre.

Y cuando el mar oculto por la espesa niebla juega a no dejarse ver, las ventanas de mi isla nos permiten imaginarlo, abiertas de par en par y recostados sobre ellas, con nuestros ojos cerrados, nos regalan su mirada para saber que él está allí.

Las ventanas de mi isla también nos permiten ver a través de las ventanas de las islas hermanas que igualmente dejan navegar nuestras miradas por el océano azul que las separa.

Las ventanas de mi isla permitieron que nuestras abuelas bordaran el paisaje y que nuestros abuelos reconocieran mares extranjeros y vislumbraran caminos de progreso y prosperidad.

Las ventanas de mi isla están llenas de regalos que han obsequiado a los ojos foráneos que llenos de gratitud plasmaron sus obsequios en obras literarias, pinturas, esculturas y poemas que han sido regados por el mundo.

Las ventanas de mi isla sacan una sonrisa de felicidad a los hijos peregrinos que regresan a casa.

Las ventanas de mi isla son especiales, no hay ninguna que no muestre en el horizonte al mar.

María de la Luz