Vuelvo de un viaje premonitorio. He paseado por un Egipto raíz de lo que somos para, desde él, observar cómo se acercan los tiempos que seremos. Que sea justo ahora cuando me siente a escribir sobre un poemario que llegó a mis manos antes de ser publicado, no es extraño. La propia Elena sugiere esta causalidad cuando, a través de redes, lanza una pregunta al aire: “¿Tuvo que ser presentado Egipto para que todo esto se precipitase de este modo?”. Tal parece que sí.
Vivir en medio de esta distopía que nos cerca, añade una nueva perspectiva a mi lectura.
Antes, pude haber dicho muchas cosas sobre Egipto. Que es una apuesta valiente, que apela a la emoción; pero a esa que remueve, rasga, rompe; a ratos rechazas, porque la verdad pesa, es intensa, desagrada. Que no es fácil leer Egipto sin que cierres sus páginas para hacerte preguntas, porque Elena Villamandos te obliga a que lo hagas (no sé si fue su pretensión al escribirlo, pero lo hace). Que si a algo NO nos lleva la lectura de Egipto es a la indiferencia; nadie puede permanecer impertérrito, impasible, entre sus hojas.
También hubiera escrito que leer Egipto es prepararse para mirar la hondura desde arriba, en vuelo raso, rastrear lo incómodo, lo transgresor, porque no hay espacio en Egipto para los lugares comunes.
Desde la belleza del primer poema
Hay un rosario de estrellas
engalanando mis dedos.
Alrededor de mis huellas
la extensa luz de mi nombre
ciega la mañana entera
a la crudeza agigantada, hábilmente, a partir de un lenguaje sencillo pero efectivo de Mater Predator
habrá que salir a matar perros,
mater, digo,
estoy dispuesta,
me planto frente a la nevera
con el cuchillo afilado
deseando la sangre de la carne
Que sus versos nos exigen caminar sobre las arenas movedizas de la irreverencia. Elena sabe muy bien cómo hacerlo y yo, como lectora seducida por la insolencia sin trabas, a quemarropa, me dejo arrastrar por los pasos que marca su poema Zorras. Búsquenlo.
Que levante la mano aquel, aquella a quien no descoloque la lectura de Sangre en tus heces. Confieso que este poema ha sido tema de conversación y controversia entre amigas que comparto con la autora: hablamos mucho sobre lo incómoda que resulta su aspereza, la dificultad de su abordaje. La propia Elena Villamandos, antes de alguna lectura del poema en público, se ha visto forzada a aclarar que ama a su madre. Y lo hace porque no habla de su madre el poema, habla de romper con lo intocable, de acercarse a lo oscuro que anida en la construcción de unos roles que nos alienan. Esto es lo que plantea este tajante poema, de contundencia suma. Rastréenlo.
Todo eso y más hubiera dicho de Egipto antes de que el miedo nos invadiera, antes de que llegara el confinamiento.
Ahora, a partir de este cambio brusco del acontecer de las cosas, descifro también el poemario a través de claves nuevas. A Egipto, empiezo a entenderlo en estos momentos extraños en los que nos movemos, como una grieta, una rasgadura por la que escapa (¿o entra?) la certidumbre del CAMBIO, así con mayúsculas. La certeza aplastante de que desde el cimiento de lo que hasta ahora ha sido el mundo, algo se rompe, se desmorona; para empezar de nuevo.
María de Vega hizo un análisis profundo de la obra, el día de su presentación en la Sala El Cilindro del Tea, en Santa Cruz. Una clarificadora disección del poemario, entendido desde el prisma de una conocedora del pensamiento humano; un análisis magnífico al que me encantaría acercarme otra vez, si su autora se anima a publicarlo.
Estos apuntes, sin embargo, explican únicamente qué emociones me produce la lectura de Egipto, qué espacios me invita a transitar, qué me seduce de sus versos. Y desde este recorrido personal por la poesía de Elena Villamandos, les animo a leer su nuevo poemario. Puede que sus versos escandalicen, pero esa estudiada inclemencia, esa insolencia sin coto, te llevará de la mano hacia la poesía con sustancia, ésa que hace que te detengas a reflexionar, cuestionar. Así está planteada la construcción de Egipto; nada es gratuito entre sus lindes.
Egipto es una obra para ser leída como un todo. Háganlo y después debatiremos; entonces algo empezará a cambiar.