En mi última incursión a una librería –remota y en el interior de un museo- encontré un libro titulado Memorias de una novelista de la gran Virginia Woolf. Este hallazgo –por azar- representó para mí un inmenso placer porque entre el maremágnum de libros apareció este del que me enamoré al verlo con su particular olor y su pequeño y delicado formato –un envoltorio de cartulina granulada semejante al entelado, un papel suave y grueso, y unas letras redondas sobre un blanco blanco-. Casi llegué al éxtasis al tenerlo entre mis manos y desplegar sus páginas sabiendo que en su interior había un relato para mí, escrito hace casi cien años por una mujer que revolucionó la literatura con sus innovaciones y con su particular punto de vista feminista. Y este encuentro extraordinario llegó en un momento en que como escritora las fuerzas flaqueaban mientras me hacía las mismas preguntas que plantea Virginia Woolf. ¿Qué sentido tiene lo que escribo? ¿Qué aporto al mundo? ¿Sirve para algo el esfuerzo de teclear palabra tras palabra?
Memorias de una novelista es un relato transido de ironía en el que Virginia Woolf nos muestra su visión acerca de las escritoras. Y lo escribe en femenino: sus protagonistas son dos mujeres y alude a G. Eliot, a Charlotte Brontë (“… ambas revelaron el secreto de que el material precioso que compone los libros se extrae de lo personal, de los cuartos y cocinas donde viven las mujeres, y se acumulan en cada tictac del reloj.” o a Harriet Martineau como escritoras influyentes en la época en que se desarrolla la historia. Una historia vista y revisada por un narrador/a –quizás en el caso de Virginia la ambigüedad es aposta- que hace “conjeturas” y habla en primera persona del plural como un crítico o como “lectores contemporáneos”.
El relato posee la genialidad de que en apenas cuarenta páginas leemos la historia de la señorita Linsset, biógrafa de la novelista la señorita Willatt. Lo sorprendente es que vamos descubriendo la vida de la novelista no solo a través de la biografía escrita por Linsset sino también por el relato de su hermano o las cartas a una amiga. El hermano realiza un retrato de las condiciones morales de la señorita Willatt, la novelista, desde la superioridad del varón, lo cual deriva tan solo por haber nacido con los atributos propios de su sexo. Un retrato que la presenta como una imbécil. Y existe un retrato del físico de la novelista, pintado por un artista local en el que la señorita Willatt está de perfil porque su nariz era seguramente el rasgo más peculiar. La señorita Willatt no triunfa en los bailes pero el narrador supone que seguramente era la persona más indicada para mantener una charla porque tiene un rostro inteligente.
Otro aspecto interesante en este relato es que ciertos hilos de la vida de la novelista se asemejan a los de la propia Virginia Woolf. La pérdida de su madre cuando era una adolescente quedando al cuidado del padre y los hermanos. La “terrible depresión”. La formación autodidacta con la lectura de los libros, su traslado a Londres, a Bloomsbury Square. Y mientras se muestra una imagen un tanto espesa de la señorita Willatt, el narrador comienza a entregarnos su teoría y desmontar la visión de la biógrafa apuntando que el carácter de la novelista no era toda bondad y generosidad como cuenta, sino que la señorita Willatt era egoísta y arisca. La sorpresa final es demoledora al afirmar el narrador que la señorita Willatt “parece bastante capaz de haber engañado a la señorita Linsset”, su biógrafa y su amiga durante catorce años. Efectivamente, el narrador/a no considera que la novelista encarne a la mujer ejemplar. Y creo que Virginia Woolf se sirvió de este argumento y de su narrador/a para cargar contra el ideal de mujer educada para ser ama de casa y esposa sumisa.
Virginia Woolf critica las costumbres de esa época victoriana en las que las mujeres de la burguesía y de la alta sociedad eran meros objetos de adorno en los salones de té. Es una diatriba en contra de las biografías puesto que nunca llegamos a conocer a las personas y porque qué sentido tiene conocer a la novelista cuando ya tenemos sus obras, siempre y cuando se las consideren, porque en su mayoría duermen en los anaqueles de las librerías el sueño eterno. Es un retrato del vacío existencial que padecían las mujeres y cuyos destinos dictados por la mojigatería solo las conducían a la evasión y al aburrimiento. Virginia Woolf se pregunta por qué se escribe la vida de las personas y quiénes son ellas. ¿Qué utilidad tiene ese conocimiento?
La modernidad de este relato estriba en el narrador/a personaje y en los distintos y diversos narradores que nos cuentan una historia –aún sin conocerla por entero y pudiéndose equivocar- llena de contradicciones en la que se mezcla la realidad con la ficción de manera que deja en las lectoras la incertidumbre de no saber a qué atenerse, aunque como tales creo que elegimos la versión que más nos conviene o que intuimos que puede ser la verdadera. No cabe duda que el recurso contribuye a enriquecer y completar el relato. Y supone un excelente aprendizaje para las escritoras. Es fascinante advertir que en este pequeño gran relato habitan numerosos puntos de vista, muchos estratos de ficción. Un enorme trampantojo con distintos narradores en diferentes tiempos. La cuestión es: cuál es la utilidad de la literatura. Cada lectora tendrá una respuesta, la mía es que en ella podemos encontrar la verdad de la vida.
Admiro la ironía y el humor contenidos en la deslumbrante prosa modernista de Virginia Woolf de frases largas que me cautivan. En ocasiones su estilo me ha resultado resbaladizo y esquivo. Cuando me doy cuenta, tengo que volver a empezar porque he perdido el hilo del relato. Mis encuentros con Virginia no han sido fáciles pero han sido siempre valiosos. Una habitación propia, el admirable Orlando, los relatos y el penúltimo descubrimiento Matar al ángel del hogar: dos breves ensayos titulados: Las mujeres y la narrativa de ficción y Profesiones para mujeres. Pero estas son otras historias y materia para otros artículos.
Virginia Woolf. Memorias de una novelista. Nordicalibros. colecciónminilecturas. 2022