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Alberto Omar Walls

 

 

 

 

El escritor Fabio Carreiro Lago es Licenciado en Derecho y Graduado en Historia. Ha participado en varias excavaciones arqueológicas en Canarias, Baleares y la Península y ha cursado un Máster en Formación del Profesorado y otro posgrado en Uso y Gestión del Patrimonio Cultural. Es profesor de Geografía e Historia en enseñanza media en Lanzarote (en el Agustín Espinosa). Ha participado en varias antologías y publicado los siguientes libros: Una felicidad sin tiempo, Casa de los volcanes, Noches de naufragios, Guille y los tesoros de la cueva guanche, Escritoras en su estudio, Sur & Norte, Siempre el vacío y El coleccionismo arqueológico en Tenerife. Está seleccionado con un texto para la Audioteca de Literatura Canaria Actual  y ha publicado la plaquette Pequeña Excavación con BGR Editores dentro de la colección 100 Poetas. Y más libros publicados y proyectos que tiene Fabio en cartera y en proceso de publicación...

Del libro de Relatos largos, Siempre el vacío, recuerdo el relato Niebla, también el relato de don Ramón, en Ausencia, circulando en su flamante coche por la calles adoquinadas de la ciudad, mientras sus recuerdos se le agolpaban en la mente.

Fabio, como todo buen solitario, siempre está acompañado por el cariño cercano de sus amigos y amigas. Asombra querer entender de dónde saca tiempo Fabio para preparar las clases en el instituto de Arrecife, darlas, examinar, corregir, tener reuniones de claustro, leer libros (¡que son legión los que has leído y sigue haciendo, estando al día de lo que se publica!) y, además escribir novela, poesía y relatos...

Un relato corto  no es una novela, anda en la vida de la escritura con sus características propias. El tiempo de lectura deberá ir parejo al tiempo de la escucha. Su brevedad y, por tanto, intensidad, en oposición a la novela, son tan evidentes porque a nadie se le ocurre leer a otra persona, en pocos minutos, un tomo de doscientas páginas. Eso sí, muchos relatos largos han sido escritos desde la óptica del mundo de los cuentos cortos. Actualmente hay un tiempo normal de lectura conocido por actores y locutores de radio y es evidente que mantener la atención, sin dejarla para otro día, obliga a constreñir las dimensiones. No obstante, hay que reconocer que los medios de la comunicación han cambiado en algo más de un siglo y los tiempos de lectura viva han mutado con las épocas; por ejemplo, el mismo Edgar Allan Poe entendía por tiempo de lectura de un relato corto el que no exceda de media hora. Hoy día, "Las babas del diablo" de Cortázar, "Bola de sebo" de Guy de Maupassant o "El hacedor de lluvias" de H. Hesse, como muchos otros casos, pasan por ser relatos más largos de lo normal aunque no alcancen a obtener, a pesar de ese cariz, la significación de novela corta. El signo distintivo ‘dimensión’ permite al relato dar bienvenida a otro de sus aspectos esenciales: la condensación o síntesis y economía de medios. El carácter funcional del tiempo de lectura y escucha nos sitúa en un conjunto de elementos diferenciadores de la narración larga, que ellas sí que puede permitirse: mayor tratamiento y hondura en los personajes, descripciones más prolijas o mayor meticulosidad a la hora de tratar unos comportamientos psicológicos, confluencia de varias técnicas referentes a distintos géneros en el mismo corpus de la novela, el insertar historias diferentes dentro de la misma historia general, tipo cajas chinas, etc... Hoy, los términos y usos del relato han acortado lo que se conocía hasta hace muy poco como relato corto, o relato moderno (recordemos a los maestros Cortázar, Poe, o bien Horacio Quiroga, sin olvidar a Saint Exupery o Guy de Maupassant), hoy se ha dado lugar al relato hiperbreve, o el  microrrelato; más corto aún es el nanorrelato o cuento de una línea, etc. Para hacernos una idea de las dimensiones, el nanorrelato no puede superar los 140 caracteres (todo incluido, letras, espacios y puntuación).

Esta vez, con el libro que hoy presentamos de Fabio, asume de forma puntual el reto de la minificción o el relato hiperbreve. Que posee una características más o menos específicas, como es lógico, y bien diferenciadas del relato moderno, que sí usó en el libro Siempre el vacío, de extensión más larga. Aquí, en Una felicidad sin tiempo le ocurre que todos sus miembros internos están potenciados, desde la dimensión (o tiempo de lectura), a los personajes, la anécdota, el conflicto y, por supuesto, los posibles personajes. Y al decir "potenciados" quiero decir que el elemento subjetivo, la connotación, o polisemia, apunta a múltiples significaciones, que quizá no posea siempre una narración denotativa, supuestamente directa.

Por eso, aquí, en este libro que hoy celebramos, Una felicidad sin tiempo, se dará sin empacho la subjetividad, la acumulación interna de significados, los dobles tiempos, además de las imágenes visuales y virtuales que invadirán la mente del lector. Porque ¿cómo podríamos leer el relato El Dorado si no tuviéramos esa extensa perspectiva que nos han ofrecido los grandes directores del cine americano como John Ford con películas  como  Centauros del Desierto y La diligencia o Howard Hawks, con Río Rojo (con el genial Montgomery Clif), o King Vidor en “Paso al oeste” con Spencer Tracy... Porque El Dorado con tan solo 57 palabras, te pone en la tesitura de poder comprender metafóricamente de un solo golpe, las vidas malgastadas de esos seres entregados apasionadamente a la ilusión de una tierra ansiada, prometida. Escuchemos El Dorado (ya digo, apenas 57 palabras):

"Febriles cruzaban el continente americano cuando llegaron hasta sus oídos noticias de la riqueza que llevaban en su curso los ríos de California. Con la cernidera cribaron infinita arena incansables durante medio siglo, buscando un oro imposible, mientras sus huesos se volvían polvo, e ignorando torpemente que habían malgastado la mayor parte de sus riquezas: la vida".

Así son de sugerentes estos textos de Una felicidad sin tiempo, II Premio Amparo Walls Hernández que hoy mostramos públicamente. ¿Y qué decir del titulado El tren, que deja al lector, en su final en un puro suspenso, como debe ser en un buen relato, como colgado en una interrogación dolorosa, ausente de sí mismo, mirándose en el espejo de su conciencia, obligándose a preguntarse si el acto que iría a hacer (como lector, como individuo real) le proporcionaría más felicidad o se la quitaría del todo? Pues cuando nos introduce en este juego de incertidumbres (al margen de la física cuántica, que dice que todo es posible y por tanto pura incertidumbre), nos topamos mentalmente con el final incierto del relato corto de Julio Cortázar titulado Continuidad de los parques.

Todos sabemos que las metáforas tienen la particularidad de remitirnos a otras realidades subyacente, que figuran implícitas en el propio texto. Pero hay que ir a encontrarlas, porque ellas no vienen al lector por sí misma. Desde esa perspectiva el lector ha de ser activo en esta literatura que, precisamente, "no se lo da todo hecho", que no le habla denotativamente, porque se trata de una literatura de sugerencias, de verdades consentidas y reconocibles. Porque eso se ha de dar en cualquier de los 38 relatos del libro.

En unos te hará sonreír, en otros posiblemente erizarte los cabellos (como en Rostros en la pared, Mano cortada o Maniquí), o en otros asombrarte como cuando el narrador conversa con la gran Virginia Woolf en el relato Piedra en los bolsillos (una de las querencias icónicas o fetiches literarios,  de las muchos de nuestro autor) y ella, inocente, pregunta: ¿Por qué les ponen piedras en el bolsillo de los abrigos a los niños? y la respuesta ha de ser evidente: ¡para que no se los lleve el viento...!

¿Y cómo pasar de puntillas sobre ese relato tan sugerente de la exreina Cristina de Suecia, titulado Cámara de maravillas, cuando entró montada en su caballo blanco en la ciudad de Roma, despreciando el maravilloso carruaje diseñado por el gran escultor y arquitecto Lorenzo Bernini que Alejandro VII le había dispuesto? Una mujer nacida reina en pleno siglo XVII, educada como un hombre (pues usaba pantalones, lo que estaba solo para los machos), por demás rebelde, distinta, tanto que posiblemente lo fuera también anatómicamente; se negó a casarse y tener hijos, tan fuera de lo común que abdicó muy joven al trono, se convirtió al catolicismo y se mandó a mudar de Estocolmo con destino a Roma por las buenas, a una ciudad que era centro de la cultura y el arte europeos. Y en pocas palabras, en el mismo relato, nuestro narrador, implica plenamente a Athanasius Kircher y su museo, quien llegó a ser conocido en la época como el maestro de los cien saberes. ¿Y cómo obviar, al leer el pequeño relato, la información que hay oculta en la intención profunda de su polisemia o connotación, cuando sabemos que en el siglo XX la exreina se convierte en un icono querido del LGTBI, pues se confirmaba por fin que tuvo una relación amorosa con Elena Sparre, dama de la corte conocida por su gran belleza, a la que le habría escrito cartas que lo confirmaban. Una de ellas, escrita durante su exilio en Pesaro, y fechada el 27 de marzo de 1657, Cristina escribe a la condesa Sparre con exaltada pasión y melancolía de ausencias: Si no has olvidado la facultad que tienes sobre mí, recordarás que ya son doce años que estoy poseída por ser amado por ti. Finalmente, soy tuyo de tal manera que es imposible que me pierdas, y no será más que el final de la vida que dejaré de amarte.

O en otros relatos, el juego de la ironía, el humor sutil anclado en la sorpresa, como en El antílope, o Una fiesta fabulosa... Y no nos podemos olvidar de la ternura que subyace en algunos de los relatos, como en La isla secreta... En fin, un excelente libro de historias de contornos breves, pero cuajadas de sugerentes y profundas y dilatadas connotaciones muy significativas; ¡pero hay que estar muy atento, querido lector! No en vano, su autor, aunque aún joven, es consciente de todo el bagaje cultural que posee.

Bienvenido sea este libro Una felicidad sin tiempo, que hace referencia y homenaje, desde su título, a uno de los párrafos contenidos en Mariposas de papel, el primer libro de memorias de Amparo Walls Hernández, cuando escribía: "Sentirse agradecida es una energía que da más satisfacciones que el beneplácito de ir a la moda. Es una felicidad sin tiempo, no caduca nunca".

¡Felicidades, Fabio, por este nuevo libro!