En la tarde del 20 de diciembre, Mary Luz Fariña ha presentado su nuevo libro, “En mi trastero”.
Esta obra ha sido publicada en la editorial Fuerte Letra e incluida en la Colección Taborno de Acte Canarias.
El acto estuvo presentado por la vicepresidenta de Acte, Rosa Galdona y contó con la intervención musical de Carlos Chico, popular cantautor güimarero y de la propia autora.
Numerosas amistades y amigos acompañaron a la escritora en una tarde noche animada por los colores y los sonidos de la navidad lagunera.
Desde Acte, la felicitamos por este alumbramiento y le deseamos muchos éxitos.
Les dejamos aquí la intervención de Rosa Galdona en esa tarde compartida.
Mary Luz Fariña nació en San Cristóbal de La Laguna. Es titulada en Secretariado Internacional y Licenciada en Estudios Eclesiásticos por la Facultad de Teología de Burgos. En la actualidad, ya jubilada, dedica una parte notable de su tiempo a su afición de toda la vida, que es la escritura. Escribir siempre le ha gustado. Y se le ha reconocido su buen hacer en distintas ocasiones. En el 93, por ejemplo, ganó el primer premio de relato corto con “El camino”, en el Concurso literario del Tercer Congreso Diálogo Fe-Cultura.
Es, hace tiempo, miembro de Acte Canarias y ha participado en las antologías Voces de mar y Piel. Ha sido Tercer premio de relato corto con “Molino de gofio”, en el V Encuentro literario de AMULL y Primer premio en el Certamen EntreAlisios de relato breve, celebrado este año que ahora termina, con su historia “¿Quién soy?”
Tiene publicadas la novelas “Los años en la tierra” en 2021, con la Editoral Cursiva y “El décimo sábado”, en 2023, con Ediciones Ibhuku.
Además, está introduciéndose en el mundo de la música como cantautora, y también maneja los pinceles con arte para pintar. No tiene tiempo para no hacer nada, sin duda.
Ahora nos presenta este libro: En mi trastero. Su voluntad ha sido sacarlo con Acte, concretamente en la colección Taborno que yo dirijo, así que lo celebro. Y tengo que confesarles que esa labor de directora de colección me ofrece una oportunidad fantástica de conocer a los escritores. Leer a Mary Luz, acompañarla en el camino de la edición para llegar al formato que quiere dar a su libro es un trayecto en el que uno se vuelca. Y obtiene, como recompensa, una camaradería y complicidad que para mí se quedan. Con ella me ha pasado.
Me atrevo a definir En mi trastero como una especie de imagen vintage, de foto en sepia, que mira adentro desde la óptica de la escritora. Que mira adentro y que mira atrás. Esta obra de Mary Luz nos permite entrar en su infancia. En esos recuerdos navideños de niña, en los que ve a su madre preparando el salmorejo para la cena de Nochebuena, que recuerda a su hermano pequeño en la cuna, a la abuela perdida en Viernes Santo en La Laguna, las incursiones en la huerta de su vecino para coger moras y tantos otros momentos de esta niña generosa que nos dan la sensación de estarlos compartiendo con ella.
La lectura de este libro les abrirá una ventana al interior de la escritora, llena de descubrimientos contados con la impronta de Mary Luz y con un ímpetu tal que pareciera al lector que está leyendo a la niña que fue. Una niña “pensadora”, como ella se define, que desde pequeña tuvo la capaciadad de abstraerse del mundo circundante para deambular por su prolífico mundo interior. Podrá el lector conocer de primera mano, cómo esta facultad de pensar tan intensa le dejaba la leche con gofio del desayuno fría en la taza mientras ella se divertía pensando: «A los ocho años, la pensadora tuvo un valor añadido: Cuando salía de la escuela, mientras algunas niñas esperaban a sus madres, comencé a contar cuentos. Los relatos que salían de mi boca eran totalmente inéditos, surgían sobre la marcha. Los argumentos, personajes, dragones, castillos, fantasmas, encantamientos, y demás elementos, iban apareciendo en mi mente, como si estuviera viendo una película. Por ello, no sabía lo que iba a pasar después, ni conocía el final de la historia.
A veces, llegaban las madres a mitad de un cuento y había que interrumpir la narración. Al día siguiente, las niñas esperaban anhelantes a que terminaran las clases para oír el final del relato. Lo que no sabían es que yo también lo deseaba».
Tienen que convenir conmigo que ahí había ya una escritora. Una simiente poderosa con voluntad incuestionable de contar, de escribir, de compartir historias. Y aquí estamos. Mary Luz escribe, inventa historias potentes. Y las comparte, para fortuna nuestra, remontándose a la niñez más tierna:
No volverás jamás,
es una falacia evocarte,
cumpliste tu cometido
en una etapa del tiempo
y del espacio.
La vida sigue adelante,
cada período tiene su objetivo
que hay que materializar,
aunque, nos cueste admitirlo.
Pero la infancia…
La infancia marca toda mi existencia.
Involuntariamente,
traes a mi presente olores, emociones,
sensaciones muy vividas,
experiencias que me acompañan siempre.
Te recuerdo.
Te extraño.
Te echo de menos,
aunque sé que
nunca volveré a tenerte.
Con la adolescencia y la juventud, descubrimos sus primeros viajes, la llegada tardía de la hermana pequeña a la familia, el tonteo con el amor, sus tiempos de opositora a la Caja de Ahorros, el descubrimiento de las posibilidades que daba la guitarra, mirándola allí en su casa desde un rincón. Vivimos con ella también la riada que le permitió descubrir “el barranco corriendo” tras una fuerte lluvia, algo que a cualquiera se le graba en la retina para siempre, pero que no todos sabemos contar como lo hace ella. Vemos, asimismo, que descubre el diario escrito como compañero de secretos, la visita del circo a la ciudad, los noviazgos, la vida nueva que comienza con la boda… Y llega la adultez… ¿Cuándo? Pues, como ella misma dice, son “las circunstancias de la vida las que determinan/cuándo arriba la edad adulta/y la juventud se termina”.
Con la adultez, llega el deseo maternal, que en Mary Luz fue espléndido en todos los sentidos del término. Llegó la vuelta al trabajo, abandonado por las necesidades de crianza, y llegó la naturaleza como el descubrimiento de un templo de paz. La mujer, sin duda, va madurando.
Con la madurez, el mundo se para un instante para que uno tome aire y se dé cuenta del camino andado. A nuestra escritora le pasó. La jubilación, el planteamiento repetido del sentido de la propia existencia, el descubrimiento de sonidos sublimes en el mar y en la naturaleza, en la iglesia y en el silencio dentro de sí misma, la llevan, como a una buena pieza de fruta, a la sazón de su vida. Para ella ya, cualquier amanecer es un milagro, un espectáculo de colores y vida que nos regala el universo.
Cuando el lector abra este libro, se encontrará con Mary Luz. Hallar a una mujer retratada por sí misma desde la autenticidad de lo vivido y escrito. Ella cuenta y comparte infancia, adolescencia, adultez y madurez. En cada etapa hay dolor y hay hallazgo. En cada peldaño de su vida hay amor y lucha por mejorar. Encontramos con este libro toda una lección de vida en primera persona que a nadie dejará indiferente. Porque en el silencio del trastero vital de esta mujer hay una confesión de vida verdaderamente maravillosa. Una revelación de fe y de paz que quedará resonando más allá de la palabras. Les recomiendo encarecidamente su lectura.
©Rosa Galdona.