Anoche la luna rosa
fulguraba a las estrellas
sobresaliendo entre ellas
con su cara más preciosa.
Yo, al verla tan hermosa
tan grandiosa y tan bella
quise seguirle la huella
en su magia luminosa.
Y me sentí muy dichosa
preciosa luz era aquella
que en el cielo se veía
natural y prodigiosa.
Y pedí muy poca cosa
lo hice solo para ella
que en su fulgor de doncella
se adivinara amorosa.
Haciéndose firme sus cosas
olvidando a las plebeyas
como en cualquier epopeya
se creyeron misteriosas.