Vivir en la poesía

Autora: Ana Robles

Vivir en la poesía:

resbalar por sus versos

como por un tobogán infinito,

sintiendo el vértigo hasta el final

del poema.

Vivir en la poesía:

inspirarme en su enigma,

buscar las palabras exactas

hasta encontrar el lenguaje preciso

que dé cabida a la emoción

del poeta.

Vivir en la poesía:

Conjugar el verbo.

Conjugar la pasión.

Conjugar la belleza.

Conjugar la vida.

Vivir en la poesía:

alumbrarme con su luz

y en el último acto

cuando, solemnemente,

caiga el telón

morir con ella.

(Del Poemario Esta noche no brillan las luciérnagas)

Mater

Autor: Luis Ángel Marín Ibáñez

Junto al rostro de todas las aldabas me arrodillo

para izar tu nombre,

no importa la clausura del viento ni el sosiego

que marcha a los confines,

las armaduras no son suficientes para tapiar la lluvia

— y aunque oscura es el alba—,

sus cantares me tienden la mano como si fuesen estrellas.

Las paredes miran en silencio—en un doble silencio—

y el anillo de la vida me cubre con tus manos.

Allí estás, allí estás, como si fueses una república invencible,

tu ausencia es un ramo de caoba y el regocijo

 de una ambrosía recitando pastorales.

Ocultas en el cielo cual rincones alados tus caricias descienden

y no hace falta vigilar la noche—porque la noche eres tú—.

Mi nodriza, mi querida nodriza—hija de la nieve—,

tus labios me habitan en lo inacabado,

en ese arabesco que es murmullo y permanencia

y ni siquiera la Ausencia lo consigue detener.

Siempre serás mi Rimbaud, mi Federico, mi Huidobro, mi Alejandra:

me los diste como hermanos y en su aire respiro

— gracias por tanta bondad madre—,

por ser el perfil en el catálogo del sueño

y el canto que cubre mi alma en el Poema.

Me voy, Córdoba, pero te llevo conmigo

Autora: Atteneri Colón (Neri Ogata)

Me voy Córdoba, pero me llevo tu aroma a flores blancas y azahar,

tu suculento salmorejo y tu dulce baklava. 

Me llevo tus borlas, tus volantes y tus encajes de luna nueva,

tus mesetas, tus ruinas a medio reconstruir y tus estepas.  

Me llevo el jazmín y la blanca paloma,

me llevo las murallas de la Mezquita-Catedral, tus arcos de medio punto y tu aurora.

Me voy Córdoba, pero me llevo el brillo en las pupilas de tu gente,

el descaro, la risa, el encanto y el duende.

Me llevo los días de calor y la frescura del río Guadalquivir,

el rechinar de los caballos y los tablaos de aquí y de allí.

Me llevo tus jardines, tus patios y tu simetría,

las mandalas cordobesas, tu barrio de San Basilio y tu judería. 

Me voy Córdoba, pero me llevo el empedrado de tus sinuosas calles,

el mármol, el granito y lo que no sabe nadie.

Me llevo a Góngora, la poesía y las ganas de reencontrarte,

tu custodio San Rafael, tu vena y tu arte.

Pequeños héroes

Autora: Dulce María Díaz Mendoza

Cada héroe que se va,

ilumina al universo un poquito más.

Antes de partir devuelve su estrella al mar,

y algunas veces, la envía al lugar que se la regaló

para que siga iluminando a otro héroe más.

Cada uno intenta brillar cada día un poquito más;

caminan, vuelan y sonríen por lograr

vivir un día más.

Nadie a su encuentro sabe, el porqué se va;

solo el Dios divino lo sabrá, y la eternidad sus razones tendrá.

Ganarás paz, cielo y amor celestial;

quedando en el recuerdo por siempre jamás,

y en el recuerdo quedarás y brillarás.

Tu héroe o su héroe se irá a amar la eternidad;

sin saber en qué lugar estará, ni quién le acompañará.

Se irá en silencio, siendo héroe una vez más,

rozando las estrellas, y sin más, te vas.

Te vas sin nadie poder hacer nada,

ni naa de naa.

Y desde el recuerdo, la pregunta es,

dónde y cómo estarás en tu nuevo caminar.

El abanico

Autora: Consuelo Rodríguez Rodríguez

Tengo en las manos un abanico que responde a tu cara

precisa y a tus ojos sabios,

las cartas que he roto cuando sonaba el suspiro debajo del vientre

que busco anidar los latidos para siempre,

en alas nuevas y perfectas

y un anillo que reza los dedos deseados por alguna causa.

Alborotando las olas en la playa un quejido delirante

que asecha la noche oscura,

y repite mil veces la estrofa que derrama en su soledad.

Apuntando el índice de mi mano se nutren los espacios envueltos en la luna

y amanece cuando el suspiro no termino en el crepúsculo de ayer.

Más sabias son las flores y la causa será tu cara que recoge

los sirios encendidos alrededor de ellas.

Pisando fronteras vendrán los superfluos sonidos callados de la noche azul.

La cara dirá entre luces la alcoba que viene deteniendo la entrega

de dos cuerpos abrazados a la cintura y por tus brazos caídos

emprenderé la lucha que viene haciendo señales

del paraíso que aguarda deshacer tanto dolor.

Último aire

Autora: Lázara Tania Linares Ramos

                             «¡Salid de la memoria

                                        con vuestro amor,

                                 pues tengo frío ahora!

   Sabed todos que os llevo de la mano».

                                          Carilda Oliver

                I


Me hace sueño pensarte, 

cuando hace vuelo mis

sentimientos.

Y allí donde la conciencia se esconde,

el recuerdo se burla del momento.

No fue error llegar al

último aire que azotó la alegría. 

II

Bajo la melodía de esa música 

yo hago mi propia poesía.

Dibujo los pensamientos 

hago diáfano el momento

 y huérfana la palabra.

Me quedo en el banco triste y solitario

por donde la prisa pasa.

Se hace el verso, 

pero nadie lo escucha.

Es amargo en la despedida 

y tormentoso en su afán. 

                    III

Me formas en las palabras,

me adivinas cuando te pienso,

me sientes en tu amor,

me haces virgen de mis sentimientos 

y ruinas en mi lamento.

Me haces música, breve suspiro

en tu querer.

Acaricio la ventana, fiel cómplice de nuestro delito

quemo el dedo del polvo en el tiempo, 

Se vuelve peligro tu mirada.