Carlos Castilla
Carlos Castilla Gutiérrez

SECCIÓN: VOCES DE LA ATLÁNTIDA

El nombre es algo que nos acompaña toda la vida y de alguna manera nos identifica y define. Con tal responsabilidad, no debería dejarse al azar de un santoral religioso, aunque el azar no exista. De ese santoral provienen en nuestro entorno la mayoría de los nombres.

Otra de las tradiciones es continuar la saga de nombres de padres, madres o familiares en honor a estos antepasados. El resto, es elección libre de los padres ¡qué gran responsabilidad! Eso sí, en mi tiempo estaban prohibidas otras opciones, el campo no era libre y la posibilidad de un nombre más acorde a mis raíces simplemente no existía. Por eso no me avergüenzo de mi nombre, lo eligió con amor la que la vida me dio. Su significado demuestra que no se equivocó porque realmente me define,  significa nada menos que “hombre libre”.

Y qué decir de los apellidos. Inventados hace cinco mil años en China, se oficializan en la Europa Medieval para la conservación de la herencia patrimonial. Sin embargo, la mayoría de los pueblos originarios no usaban apellidos. No reniego tampoco de mi apellido, el del maestro que me enseñó a amar a los árboles y a mis propias raíces.

Hablando de raíces, las mías poco tienen de reyes, sino más bien de menceyes.

Tampoco son de la España católica y sus bautizos, que pretendieron borrarlas para siempre como a Kunta Kinte. Las mías son las del Gran Drago Milenario, al que escribí mi primer poema con once años respondiendo a su llamada. Bajo su  influjo mágico dediqué mi vida a árboles y raíces, a la laurisilva en tesis doctoral, a conocer y defender las raíces de mi pueblo. Como agradecimiento, el Gran Drago volvió a convocarme hace unos años, quería compartirme su gran secreto. Ya el pintor de la alquimia lo imaginó en el Edén justo al lado de Dios, en su obra maestra El Jardín de las Delicias. Guarda el mayor secreto, el de la inmortalidad, custodiado desde La Atlántida hasta mis ancestros guanches. Es el secreto más buscado y al que siempre dediqué mis vuelos y sueños.

El tiempo de su revelación se acerca y me imagino compartiendo el gran tesoro con la humanidad, abrazándola con mis ramas de drago, pero sin perder mis raíces fuertes, ancestrales, las raíces sinceras y limpias de mi pueblo canario, guanche, atlante...