Sección: Reflexiones... y otros
Estamos en manos de gente tóxica y productos tóxicos, pero también somos suficientes y capaces de
desarrollar una carcasa o repelente para denegar y rechazar todo lo que veamos injusto o despreciable.
Con razonamiento y mano objetiva y firme deberíamos saber decir NO, igual que decimos SÍ. Dos
vocablos tan pequeños que conllevan decisiones tan importantes para nuestras vidas.
La sumisión es consecuencia del miedo que desde pequeños nos inyectan en vena derechito a la
mente. Es una tarea ardua que corre de nuestra responsabilidad, tanto a hombres como a mujeres. Cada
cual en el sexo que le tocó al nacer, aún sin saber y sin derecho a elegirlo, debemos y tenemos el derecho
y el deber de asumirlo, seamos él o ella.
La mayoría no lucha y sufre toda la vida las consecuencias de estar en un cuerpo que no le
corresponde, porque su mente dicta algo que está impuesto desde que sabemos en el útero que te vas a
llamar María o Mario. Azul o rosa…y, ¿dónde se quedaron: el verde, rojo o amarillo? Es como la vida misma. Hay un arco iris de opciones que no se limitan a dos. Creo que en los colegios y las familias en sus casas deben ir a la par en educar a los niños y niñas, amén de sus creencias e ideales, o de las asignaturas “obligadas”, es necesario centrarse en la educación el respeto y la empatía y no seguir fomentando que hay alguien que está por encima, superior a todos y todas y que espera de nosotros y nosotras que le rindamos pleitesía absoluta. Estamos creando y criando nuevos monstruos cada día porque si no, no se entiende que haya tanto demente gobernando este mundo, cada día más revuelto, más deshumanizado y más violento.
El respeto se perdió desde que escasean los "buenos días", "¡cuídate!", "¿cómo estás?" El miedo a
decir NO, nos está llevando a que los futuros educadores, médicos, maestros, familia… nos hayamos
acostumbrado al SÍ, la mayoría de las veces porque tenemos miedo a los posibles abusadores que surgen
como consecuencia de la negativa ante sus actos de represalia. Estos abusadores suelen estar dentro de
nuestro núcleo familiar y de amistades cercanas. Detectar a un o una “tóxico-a” nos cuesta y cuando al fin
lo tenemos enfocado-a, hay que tener mucha valentía para apartarlo de nuestra vida. Probablemente se
resistirá y continuará intentando manipular, por lo que debemos ser valientes y, o bien hacerle ver su
defecto o fallo o por el contrario dejarlo ir. Por supuesto es importante que lo reconozca para que no siga
haciendo más daño.
Antiguamente los mayores eran respetados y tratados con el máximo cariño y amor en sus casas,
rodeados de sus seres queridos. Hoy ese amor y respeto se demuestra internándolos en el geriátrico mejor
dotado del municipio. Cuesta conseguir plaza, porque hay mucha demanda y poca oferta. Los asilos
estaban previstos para los ancianos que no tenían familia y se morían apretando la mano generalmente de
una monja o enfermera de turno. A medida que vamos entrando en una edad avanzada, se nos plantea de
qué manera y dónde acabaremos nuestra vida. Una angustia y desazón que preocupa y desmejora la salud.
Es necesario para poder seguir viviendo una vida tranquila y serena, ser conscientes de lo anteriormente explicado pero también de que hay mucha gente positiva y llena de inquietudes, actitudes y aptitudes solidarias, que tratan por todos los medios de estar presentes, ayudando en situaciones complicadas e intentando que las tóxicas y tóxicos recapaciten.
Fuera de creencias religiosas e ideales políticos están las personas que creen y crean un mundo mejor y que además si cada uno-a en su entorno difunde y expande un ambiente de solidaridad social, cultural y recreativo bajo el conocimiento de las carencias de su espacio, seguramente podremos dejarles a nuestros hijos y nietos un universo si no perfecto, al menos auténtico y realista.
Es importante recapacitar y tener en cuenta que toda protesta debe ir acompañada de una solución.
EL MUNDO LO CONSTRUYEN LAS PERSONAS, NO LAS MÁQUINAS