Asuncion-Cívicos-Juarez
Asunción Cívicos Juárez

¡Por los clavos de Cristo que demostraré, a toda esa panda de incrédulos, que la isla existe! 

Aquélla balandra, bautizada San Telmo, puso proa al viento pertrechada con fornidos marineros, dos frailes, viandas de sobra para varias jornadas y la correspondiente credencial del Capitán General de Canarias. Eran muchos los testimonios, con autoridad militar y eclesiástica, que juraban haberla visto y estado allí. Cierto que por breve tiempo y bajo la confusión de ventiscas, lluvias torrenciales y tormentas eléctricas.

Para aquélla expedición y último intento de arribar a la Non Trubada, empleó sus caudales, su entusiasmo, su celo marino. Sería su especial regalo de compromiso a Doña Brígida, su amada.

Semanas después de la partida, los restos del navío aparecieron por el noroeste de La Palma, un día de alisios sosegados y cálidos rayos de sol. 

San Brandón, espejo cóncavo de nubes que ilusionaron tantos ojos, tantos cerebros. El apuesto capitán tuvo que tragar orgullo y lágrimas por no entregar el codiciado regalo.

Trascender las pequeñas miserias cotidianas, mantener el imaginario colectivo, la isla duende, la ensoñación común, la realidad mágica. Ya lo decía Viera y Clavijo, la isla de San Borondón encantada, vale más que diez San Borondones descubiertas.

 

Antología San Borondón. Un viaje literario (2020) Ed. Idea