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Cande Rodríguez

No fue hasta que descubrí cómo son las entrañas de una novela. Fue entonces cuando comencé a respetar el oficio de escritor, y, por tanto, a los escritores.

Antes, a los narradores de historias, a los poetas soñadores, solo los admiraba desde un palco, como espectadora de una obra de teatro. Me fascinaba con envidia, sana por supuesto. Yo que siempre tonteaba con el bolígrafo ante el papel en blanco, garabateaba líneas, unas veces con algunos aciertos y otras con resultados desafortunados. Hasta que me adentré detrás de las bambalinas y cambió todo.

No fue hasta que descubrí los pasos laboriosos y el tiempo siempre insuficiente que había que dedicarles a las letras, a las palabras ordenadas con las ganas de transmitir algo interesante al lector. Él libremente lo acogerá con agrado o descontento.

¡Fantástico!

Estructura, armazón, andamios de construcción y después… una obra.