BENDITO DÍA
Aquel bendito día volví la vista hacia mis raíces.
Supe que ellas sanarían mi cuerpo y mi espíritu.
La savia de mis antepasados
golpeó fuerte mi corazón aterido
haciéndolo revivir.
Y sin prisa, pero sin pausa,
mi sangre agachera tomó el mando
deslizándose suave y cálida por mis arterias.
Me arroparon los campos amigos.
Los mirlos me dieron la bienvenida con sus trinos.
Las flores del patio brillaron intensamente y…
hasta las ramas del pino que custodia mi casa
se bambolearon con ímpetu de pura alegría.
Las cuevas abrieron sus puertas.
Las toscas susurraron tenues bajo mis pasos.
Y, mientras las huertas se llenaban de verde,
mi alma se llenaba de dicha,
y mi mente de proyectos.
Acaricié emocionada las hojas de los anturios.
Cerré los ojos y dejé
que los cantos silvestres deleitasen mis oídos.
Aspiré profundamente
aquel olor a campo mojado y a infancia.
Abracé a mi pino…
Había vuelto la vida.