"Soo" es a Juli Mesa lo que Alén es la aldea de Lalín en la que nació Luz Pichel, Soo es el pueblo de Teguise del que procede una parte de la familia de Juli Mesa. Alén en gallego es un adverbio que quiere decir “más allá de” por lo que además de ser un topónimo, tiene un significado profundo y metafórico. El nombre de Soo tiene una raíz más oscura, probablemente aborigen. Conserva un rasgo fonético extraño a nuestra lengua, su pronunciación nos conduce a un sonido persistente. El lugar, sobre tierras inundadas de jable, protegido entre volcanes de los vientos dominantes y la bravura del mar, es muy hermoso y podríamos concluir que se encuentra un tanto apartado, también “más allá” (aunque cada vez menos) de las tensiones del turismo y la gentrificación de la isla.
En definitiva, nos encontramos ante un lugar que representa uno de los últimos reductos de ese Lanzarote tradicional que heredamos, que nos gustaría conservar y que perderemos muy pronto si no le buscamos remedio. ¿Pero cuál es nuestra posición allí? No sirve con sentarse a leer un libro. En un primer momento, sin duda, la confusión nos invadirá. Esa invitación al desconcierto me entusiasma porque cada vez es menos habitual encontrarse con una lectura de poesía fresca como la que encontramos en Soo. Una lectura que es un reto, que te inquieta, te interpela y te obliga a indagar fuera y dentro de ti. ¿Qué es lo que podemos transmitir de nuestra experiencia? ¿Qué es lo que los demás pueden comprender sobre nosotros? Quizás esto no sea lo más importante del libro, pero es una de las primeras cuestiones a las que sentí que me enfrentaba al comenzar su lectura y sentirme confuso entre poemas llenos de referencias, diálogos, ecos, refranes y romances en una búsqueda difícil de la identidad, de la tradición.
La vida de antes en un lugar. La gran continuidad en las costumbres, en los modos de vida y producción de los habitantes de Soo desde su poblamiento por los moriscos hasta casi nuestros días, lo que está a punto de desaparecer, es el ámbito donde se alumbran estos poemas. Desde una perspectiva de continuidad, desde las estructuras económicas y sociales de larga duración sobre las que comenzó a teorizar Braudel, en la contradicción con los tiempos líquidos enunciados por Bauman en que vivimos reside el núcleo central del libro. Reconocer en la multiplicidad de las voces poéticas, desde las voces más oscuras a las incontrolables y, en particular en las más olvidadas de sus mujeres, ese pasado que es presente es el gran esfuerzo de Juli Mesa. Toda su audacia se demuestra a la hora de rescatar esas voces. Asume grandes riesgos al trasladar al papel los frutos de la oralidad en una propuesta audaz, genuina, generadora de una pluralidad de sensaciones.
Foucault, en su Arqueología del Saber alude a que en cada época se establece lo que debe ser conocido o, incluso lo que se puede decir o no. En la búsqueda de una tradición, Juli Mesa deja, por supuesto, al margen el gran relato histórico para ir más allá del discurso hegemónico y centrarnos en algunos aspectos de una particular vida cotidiana, en la senda de la microhistoria de Ginzburg. De no poder entroncar este libro con una tradición, una genealogía concreta en su lugar de origen, ¿será necesario fundarla? ¿Decir de este modo lo que aún no ha sido dicho?
En las rupturas, en las grietas encontramos algo de luz. Lo que conservamos frente a lo que puede desaparecer, lo que va a desaparecer de forma inevitable. Desaparecer es una palabra clave en este libro. Las citas iniciales lo anuncian. En este sentido, la voz poética se disuelve en un discurso comunitario, colectivo y fundamentado en la oralidad que impregna todo el libro y lo dota de su ritmo interior. Juli Mesa trata de recoger todos los matices, la experiencia como un viento que alborota todo, que enloquece al lector. Precisamente la locura de la abuela abre nuevas posibilidades de observar la realidad y de conceptuar el pasado aludido y las nuevas posibilidades del presente. Juli Mesa hace uso de todos los recursos que encuentra a su alcance y considera necesarios para transmitirnos la experiencia de Soo: monólogos, diálogos con acotaciones, comunicación a través del teléfono móvil, correspondencia, etc. Incluso se hace valer de onomatopeyas y emoticonos.
Tantas palabras para llenar los misterios de los que tenemos al lado dice uno de los versos del libro. La clave, la lucidez. Es capaz de desaparecer para ir más allá. Se trata de elegir las palabras adecuadas, las que desvelen la transmisión del conocimiento heredado en el medio rural. Un uso del lenguaje para convertir lo cotidiano en poesía, para transformar la realidad en poética, para abordar esa estrecha y extraña comunicación entre lo humano y la naturaleza, ¿hay alguna separación?
Tanta luz nos deslumbra como las paredes de las casas pintadas de cal en Soo y no es fácil dar una respuesta. Las voces genuinas que nos acompañan en este libro lo hacen por varios ámbitos: un dolor, una enfermedad, las relaciones familiares y los cuidados, la sexualidad sublimada y la explícita, el peso de la economía agraria, la religión en contraste con los mitos familiares. Imágenes poderosas, casi salvajes nos alcanzarán.
En cuanto a las influencias o afinidades que se encuentran en la obra, cabría destacar desde Trilce de César Vallejo que fue una obra incomprendida y fue calificada en su momento por el crítico Luis Alberto Sánchez como “isla incógnita y repudiada” hasta Mana Muscarel. Y es que Soo fue calificada por el jurado que la premió como un “potentísimo diálogo con la poesía latinoamericana”. No obstante, también se encuentran muchas otras relaciones con la poesía española actual (ya se ha aludido a Pichel, pero también se podría hacer referencia a autoras de generaciones tan dispares como Chus Pato y Berta García Faet) y norteamericana. En este último caso desde el amor por los animales de Marianne Moore (a la que se dedica un reggeaton en el poemario) hasta algunas tonalidades de Una vida de pueblo de Louise Glück se encuentra en Soo.
Pero Soo no es un libro de lectura fácil, ni complaciente. En la propuesta que realiza Juli Mesa, finalmente cabe destacar como la forma queda al servicio del fondo como ya había ocurrido en su anterior libro Lucio Blanca (Ed. Fundación Mapfre Guanarteme, 2023). Y aunque escribir las cosas es poner nombre a éstas, lo que se sugiere en este poemario siempre será mucho más de lo que simplemente nos dice. Debemos estar atentos.
Una de las mayores virtudes que siempre atribuyo a un libro es que pueda hacerme cambiar, es que pueda ayudarme a ver con más profundidad un paisaje, un lugar. Me ocurrió hace años, cuando leí por primera vez Lancelot 28º-7º de Agustín Espinosa o Mararía de Rafael Arozarena, mi visión de Lanzarote cambió. Se convirtió en una isla literaria que luego se fue enriqueciendo con muchas otras aportaciones: lecturas, autores y amigos. Ahora, por culpa de Juli Mesa, pese todo el sentido tan personal que tenía para mí el pueblo -un significado intrasmisible- ya nunca podré volver a Soo y verlo de la misma manera, sin sus voces, sin su viento.
Fotos tomadas de internet