Se miró al espejo, suspiró.
Sintió romperse su alma.
Miraba y miraba su imagen.
La recorría de arriba a abajo
de abajo a arriba
no queriendo detenerse
en ese punto de su cuerpo
que le producía escalofríos
y rechazo absoluto.
¡Sí le gustaba y aceptaba,
con cariño y admiración,
todo lo demás que observaba
de su estilizado cuerpo!
¿Cómo acabar con ese sufrimiento?
¿Cómo expresar y mostrar a los demás
que no aceptaba su género?
Sus padres, religiosos tradicionales y muy fervientes.
Sus abuelos, militares de un régimen autoritario
que encarcelaba a los transgresores del sexo.
Sus abuelas, esposas fervientes y fieles
a una educación donde lo diferente
era castigado con terribles
críticas y marginación.
¿Qué hacer, se preguntaba,
una y otra vez,
delante del espejo,
fiel compañero de sus desvelos.
¿Qué hacer?
Era la pregunta que le perseguía
desde hacía mucho tiempo
Se acostó con su desnudez sobre su cama.
Cerró los ojos pausadamente,
aquella cantidad de pastillas,
que minutos antes había tomado,
estaban ya haciendo su función.
Fátima voló al mundo de sus sueños,
del que no regresó nunca más.
Una nota escrita al borde del espejo,
con su lápiz de labios,
que,
con lágrimas en sus dolorosos rostros,
leyeron sus padres
al día siguiente
Siempre quise ser Alí. Les amo