Esta mujer de vivencias y piel usada que habla, sueña a veces con nacerse libro.
Un libro que sepa hacer croché con las palabras más vibrantes y que cuente, al menos, los cuentos de mil y dos noches.
Oh, sí. Quisiera ser un libro regio, con restos de polvo de los estantes de Petrarca… o de Garcilaso.
Daría cualquier cosa por ser un libro que ayudara a dormir a los niños con historias de dragones de colores
y que multiplicara las palabras, como en la parábola bíblica, con infinitud de leyendas de hombres buenos y de mujeres valientes.
Si yo fuera un libro, tendría un índice para las musas más gruñonas y un glosario para las más despistadas, porque todas ellas son muy valiosas.
Me gustaría ser el libro que contara los pasos tras la puerta cuando se va el amor. Y el que guardara esos ecos para los insomnios del desconsuelo, a manera de consuelo.
Quiero ser el libro iluminado que desencripte los cielos de Van Gogh, o las óperas de Wagner… sería maravilloso.
Esta mujer de vivencias y piel usada que habla, sueña a veces con nacerse libro.
Para soñar,
para volar,
para ser palabra, al fin,
Quiero nacerme libro para leer en mis propias páginas y con mis propias letras por qué sigo siendo mi propia sonata incomprensible, eterna, enajenada, inacabada.