Angie Hdez.
Ángeles Hernández Cruz (Angie)

Mucho se ha escrito y hablado sobre la poesía a lo largo de milenios así que, la única intención de este artículo es la de intentar colaborar desde la humildad con aquellas personas que se inician en el fascinante mundo de la escritura, aportando algunas ideas derivadas de mi propia experiencia en este terreno. Estas líneas también podrían ayudar a los lectores a la hora de disfrutar y apreciar aún más el trabajo que hay detrás de sus versos favoritos.

Comencemos por definir los elementos básicos que debería contener un texto poético, ya sea en verso o en prosa. Desde mi punto de vista, estos serían tres:

El ritmo: se logra al combinar silencios con repeticiones de elementos como sonidos (rimas o aliteraciones, por ejemplo), el número de sílabas de los versos, la posición de sílabas tónicas y átonas, palabras, estructuras gramaticales o ideas, entre otros. Un buen uso del ritmo sería el que emplea una o varias de estas repeticiones y provoca cierta cadencia acorde con el tema que se aborda.

El vocabulario: es fundamental elegir cuidadosamente las palabras que se van a emplear según el propósito del texto, así como colocarlas en lugares estratégicos para que tengan un mayor o menor protagonismo.

Las imágenes poéticas: se logran a través de un lenguaje sensorial y figurado que crea representaciones vívidas en la mente del lector.

A simple vista, todo esto puede parecer muy complicado, pero en realidad es la práctica lo que nos hará abordar la tarea de la escritura sin que nos suponga una constante vigilancia a los aspectos formales, de manera que resulte en un texto fluido y natural. Y para practicar, vamos a comenzar con una actividad que nos puede servir para ejercitar la creación de imágenes poéticas.

La característica primordial de estas imágenes es su originalidad –algo indispensable para sorprender al lector–, que solo se consigue si empleamos bien la imaginación y nos alejamos de esos clichés tan temidos por los buenos poetas. Unir la imagen de una paloma blanca a la idea de la paz es algo que no impresiona a nadie. Sin embargo, si, por ejemplo, utilizamos las huellas de un ciervo en la nieve como representación de la paz, el lector va a encontrar algo diferente que puede incluso llegar a conmoverle.

Para activar la creatividad y la imaginación a través de la asociación de ideas y usarlas en imágenes poéticas sorprendentes les propongo el uso de los “binomios fantásticos”.

Los “binomios fantásticos” fueron acuñados por Gianni Rodari (1920-1980), escritor, educador y periodista italiano que realizó un trabajo excelente dentro de la renovación educativa. Su obra "Gramática de la  fantasía" es el principal exponente de sus ideas sobre la creación de historias, convirtiéndose con el tiempo en un clásico de la literatura pedagógica.

El concepto de binomio fantástico se basa en asociar dos palabras que inicialmente no tienen conexión lógica, para crear una historia interesante, un título o una imagen. Entre las dos palabras es necesaria cierta distancia; una tiene que ser lo suficientemente extraña para la otra, y su unión debe ser discretamente inusual, para conseguir que la imaginación se active buscando una afinidad, una situación (fantástica) en la que los dos elementos extraños puedan coexistir.

Pongamos el caso de dos sustantivos comunes como “luna” y “hombro”. Podríamos jugar a combinarlos en diferentes contextos hasta conseguir dar con algo que nos emocione o que tenga la originalidad que deseamos, aunque nunca alcancemos la maestría de Vicente Aleixandre en estos versos de su poema “Solo morir de día”, del poemario “La destrucción o el amor”:

Una mágica luna del color del basalto/ sale tras la montaña como un hombro desnudo.

Otros ejemplos de magníficas imágenes poéticas son también:

La montaña que me mira también es madre, y por las tardes la neblina juega como un niño por sus hombros y sus rodillas. (Gabriela Mistral, “Poemas de las madres”)

El tiempo se agrandaba en los rincones, / se detenía en torno al corazón, (José Agustín Goytisolo, “Alguna noche”)

Un enjambre de silencios acostados/ ha sobrevivido al holocausto. (Rosa Galdona Pérez, “La última esquina del viento”)

Solo si estamos dispuestos a ejercitar la imaginación, desprendiéndonos de las ideas demasiado repetidas por tantos otros con anterioridad y del miedo a crear nuevas y sorprendentes imágenes, podremos perfeccionar nuestra escritura. El empleo de los binomios fantásticos puede ser de gran ayuda para ello, además de para enfrentarnos a la página en blanco o a un bloqueo creativo. Solo es cuestión de practicar y practicar como si de un juego se tratara.

Por último, recomiendo el uso de los buscadores aleatorios de palabras –que se pueden encontrar fácilmente en internet– ya que estas herramientas seleccionan palabras al azar, sin un patrón o criterio predefinido.  Intentar conectar esas palabras será el reto poético que debemos superar.

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