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Cande Rodríguez

 

 

 

 

Muero, entre sábanas muero. Mientras la farola ilumina luz tímida en la ventana. Muero. Todos duermen con  esa respiración solemne, como pasos de Semana Santa y yo muero, acurrucada entre sueños, entre silencio que tan solo se rasga con los leves ronquidos de aquel abuelo o la pequeña e insignificante tos de un niño. También en la noche, mientras muero, un perro busca cobijo en la moldeada manta, entre las reposadas piernas de su amo. Y muero al mismo tiempo que ella se desploma en la cama trasnochada, deseando tan solo dormir.

Inmóvil a veces e inquieta otras, muero, dejo de existir. Me voy hasta que mi muerte se quiebra con la música del día. Así, recupero la vida hasta el ocaso, donde volveré a morir irremediablemente.