Suceden los rostros encerados,
suceden los labios y su cianosis,
sucede la palabra amarilla,
sucede el verbo inimaginable,
sucede el invierno y su inclemencia,
y sucedes tú;
sucedes constantemente y no desapareces,
y pensando que sucedería,
que te olvidaría,
finalmente, no sucedió.