Curruca Cabecinegra y Duende del Risco
Autora: Tania Ramos Morales.
-¡Ya, tranquilos, tranquilos, por favooooor!- repetía una y otra vez mamá Curruca Cabecinegra.
Y es que allí, en el Barranco de Chamorga, entre inciensos, zarzas, tarajales, y tabaibas, matorrales de todo tipo vivía Curruca Cabecinegra y sus tres pichones: Tapy, Tepy y Tupy.
Curruca Cabecinegra es un ave pequeña, con una oscura mancha negra hasta por debajo del ojo, con una garganta blanca y un anillo ocular rojo. Arisca, huidiza, siempre está entre los matorrales, como escondida. Casi nunca se le ve lejos, a pesar de que pueden volar largas distancias y ser emigrantes.
Ella sabía muy bien que cerca de allí, en las zonas abiertas, siempre volaba Cernícalo, y Cuervo, aves rapaces, y que la vida de ella y sus pichones corría peligro, por eso tomaba todas las precauciones posibles y siempre estaba atenta.
Los polluelos seguían con el griterío, aleteando y piando. Tenían mucha hambre.
Curruca Cabecinegra ya desesperada, salía del matorral a buscar alimento.
Mientras tanto, Petirrojo, más conocido en Anaga por Papito había decidido con Mosquitero, al que lo conocen por Chivichí, visitar a mamá Curruca para felicitarla por el nacimiento de sus nuevos polluelos y conocerlos.
Al llegar se dieron cuenta de que los polluelos estaban solos.
Al poco rato, en la cercanía, vieron a un ave sobrevolando el nido.
-Mira allí, Mosquitero -señaló Petirrojo.
-Es don Cuervo, ¿no?
- Él mismo, ¿cómo no reconocerlo? Nosotros al menos no somos tan feos, yo tengo un plumaje rojo-anaranjado en mi pecho y tú Mosquitero tienes un bello plumaje verde olivo, pero él es horrible… con ese plumaje negro y como si fuera poco el pico y las patas negras también ¡horribleeee!
Sucedió que don Cuervo aquel día había decidido visitar las Cumbres de Anaga y mientras volaba había oído la algarabía de los polluelos de Curruca y se había acercado a ver….
Tanto Petirrojo como Mosquitero lo vieron sobrevolando el nido de su amiga CC. Alarmados, conociendo muy bien sus intenciones, decidieron pedir ayuda. Sí, porque don Cuervo le gusta comer polluelos, e incluso huevos de otras aves, entre otras cosas. Y ese día, estaba muy hambriento.
Mosquitero preguntó alarmado a Petirrojo:
-¿Qué hacemos amigo? Si no nos apuramos algo sucederá, tú conoces a don Cuervo. ¿A quién podemos avisar para que nos ayude?
Entonces, Petirrojo respondió:
-Se me ocurre que el Duende del Risco nos puede ayudar. Tú conoces su magia. Vete, y búscalo, pero ya mientras yo me quedo cuidando a los polluelos y vigilando a Cuervo.
Sí, porque todos conocen como Petirrojo defiende al monte de intrusos.
-Pero, ¿dónde, dónde? -respondió angustiado Mosquitero.
-El siempre está junto a la SIEMPREVIVA. Ella crece únicamente entre Tagana y Punta de Hidalgo en riscos costeros. ¡Búscalo! ¡Vuela, vuela! Si no está allí, pregúntale a ella. Seguro que sabrá.
Entonces, Mosquitero voló a todo lo que daban sus fuerzas. Tratando por todos los medios de localizar al Duende del Risco, al que todos conocen como el Duende Riscorando. Tal y como le dijo Petirrojo allí junto a la Siempreviva de Anaga para suerte de todos estaba Riscorando descansando.
Riscorando al ver a Mosquitero le preguntó:
-Amigo, ¿qué te trae por aquí?
Mosquitero le contó lo que sucedía…
-No nos podemos demorar, Cuervo debe estar hambriento -dijo Riscorando.
Y en un pis pas, Ambos salieron donde el nido de Curruca.
Al llegar, Riscorando, ante el peligro que corrían los polluelos, ya que Cuervo se encontraba muy cerca de ellos… lanzó sus palabras mágicas sobre Don Cuervo.
-Tabarikir,Tabarakor que don Cuervo se haga menor.
Inmediatamente, don Cuervo se encogió y se hizo muy pequeñito al tiempo que salía volando de allí. Ya en la lejanía sólo se veía un puntico negro.
Riscorando, muy, muy extrañado no dejaba de preguntar:
-Pero, ¿dónde está mamá Curruca? ¿Cómo, cómo se le ha ocurrido dejar a sus polluelos recién nacidos solos en el nido?
A lo cual Petirrojo señaló:
-Algo grave tiene que haber sucedido. Ella nunca abandona los matorrales, porque sabe el peligro que corre ella y sus crías, no debe andar muy lejos.
Entonces, Riscorando dijo a Mosquitero y Petirrojo:
-Hay que buscarla. Registren bien los matorrales cerca, no debe andar lejos… ¡Ahhhh!, no se les vaya a ocurrir contarle lo de don Cuervo, eso queda entre nosotros. No podemos asustarla más de lo que debe estar, no sabemos lo que ha sucedido.
Comenzaron la búsqueda, con mucho cuidado registrando zarzas, tabaibas, tarajales, en fin, en todos los matorrales…
Mientras tanto, algo cerca de allí, estaba mamá Curruca, que buscando unas larvas para llevar a sus polluelos se había enredado con unas ramitas.
A medida que pasaba el tiempo, su angustia crecía: ¿Cómo estarían sus polluelos? No se atrevía a cantar ni a dar señales de vida para no atraer a ningún depredador. Su angustia aumentaba con el tiempo.
Pero, por suerte para ella, ya Mosquitero y Petirrojo la estaban buscando. Al poco rato, Mosquitero daba con ella. Poco a poco, con su pico le fue quitando el enredo de ramitas que tenía. También se unía Petirrojo hasta Tuccius, el escarabajo, la estaba ayudando a desenredarla hasta que estuvo libre.
En compañía de sus amigos, llegó muy, muy asustada…
-¿Amiga, cómo has dejado al nido solo? -le preguntaba Riscorando.
A lo cual ella respondió:
-Es que su papá salió temprano y se demoraba. Ellos estaban muy hambrientos y no paraban de aletear y piar. Me tenían aturdida y tuve que salir a buscarles comida. Tenía miedo que algún depredador nos encontrará con la gritería. Me ha costado mucho trabajo conseguirle el alimento y extrañada preguntaba:
-Y ustedes, ¿qué hacían aquí?
Riscorando hizo otra seña a Mosquitero y Petirrojo para que no dijeran nada, y le respondía que habían ido a visitarla y a felicitarla por el nacimiento de sus crías.
Mientras tanto, los polluelos, por su parte, devoraban el alimento que su mamá les había traído.
Algo tranquila ya, mirando como sus crías comían, exclamaba:
-¡Uffff, menos mal que estaban ustedes aquí…! ¿Cómo podré agradecerle lo que han hecho por mis pequeños?
A lo que Riscorando respondió:
-Para eso estamos los amigos: Para ayudarnos los unos a los otros, cuidarnos, protegernos.
No olviden nunca que en la unión está la fuerza.
Curruca Cabecinegra, Petirrojo y Mosquitero agitaron sus alas en señal de alegría.
Y cuentan que desde aquel día Curruca Cabecinegra no abandonó nunca más el nido de sus crías.
En ese momento, todos preguntaron a Riscorando qué pasaría a don Cuervo.
-¡Ahhhh…! ¿Ese?, no se preocupen, sólo cuando haga una buena acción recuperará su tamaño normal.
Recuerden: Siempre tenemos que estar muy alertas y sentenciaba: El que evita la ocasión, evita el peligro.
(*) Cuento inspirado en un suceso real a pie de campo publicado por un Profesor de la Escuela-Taller Turistycod,23/09/2011. (disponible en internet).