Pienso que la felicidad la encontramos en las miradas de los otros al ser conscientes de que su felicidad hace que la nuestra se multiplique.
A tal respecto, Diderot, escritor y filósofo francés del siglo XVIII, decía que: "El hombre más feliz es el que hace el mayor número de seres humanos felices". Me he permitido la licencia de cambiar hombres por seres humanos, pues no afecta para nada su mensaje.
Lo que digo lo he experimentado en diferentes lugares, pues creo que producir en los otros algo de alegría hace que tu YO se vea reforzado y henchido de felicidad. He dicho en muchísimas ocasiones que el momento de mayor felicidad, al menos uno de esos grandes instantes, se produjo al pararme a darle la mano y ofrecerle, al menos, atención a una anciana muy necesitada de todo que en un lugar recóndito y apartado del Marruecos profundo, a cambio, me regaló una sonrisa. Llevaba consigo todas sus pertenencias y el momento fue inenarrable, pues con palabras no puedo compartir la intensidad de la felicidad que aquel encuentro me produjo. Jamás se me borrará de mi mirada la sonrisa que aquella mujer fue capaz de ofrecerme.
Creo que los instantes más maravillosos de nuestra existencia son de similares características y tengo la suerte de que en muchas ocasiones he sentido sensaciones similares. Las desinteresadas buenas obras creo que son las puertas del cielo, si es que existe, puesto que no soy creyente, o de lo que muchas culturas llaman el paraíso. ¿Es posible que dichas situaciones sean el paraíso y no nos hayamos dado cuenta?
Para dar por concluido este tema sobre la felicidad, deseo hacerlo con una frase del insigne escritor Aldous Huxley:
Sólo hay un rincón del Universo que tú puedes mejorar: tu propia persona.