Hay una serie que vi durante la pandemia en Filmin que me hizo desternillarme de risa por su humor negro y sarcasmo afilado, ese que tanto me gusta. La vi en versión original francesa. Se titula Parlement (traducida como Parlamento en España), una coproducción franco-belga-alemana estrenada en 2020. Es una comedia política que disecciona con bisturí el funcionamiento interno del Parlamento Europeo: Brexit, burocracia, nacionalismos... mientras los eurodiputados se acuestan unos con otros, se montan fiestones entre votación y votación, y se reparten dietas como quien reparte confeti. Y mientras tanto, el ciudadano de a pie, ese que vota y madruga, no llega ni al día quince con su sueldo.
En el episodio 2 de la primera temporada, titulado La Armada invencible, se parodia con ingenio el independentismo catalán. Un eurodiputado catalán irrumpe en plena sesión y suelta con solemnidad:
«L'avi Siset em parlava de bon matí al portal mentre el sol esperàvem...»
No, no es latín. Ni rumano. Es el inicio de L’estaca, canción emblemática compuesta en 1968 por Lluís Llach, símbolo de la resistencia contra el franquismo. Los asistentes al Parlamento, desorientados, cuchichean entre sí intentando adivinar de qué idioma se trata. El catalán, convertido en punchline. El episodio no ofrece respuestas. Solo ironía. Porque eso es Parlement: nadie se salva del escarnio, ni catalanes, ni españoles, ni británicos, ni alemanes. Todos son carne de sátira.
Y ahora, vayamos a lo que duele: mientras los catalanes luchan para que su lengua suene en Bruselas —y se les dote de pinganillos con traducción simultánea—, en Canarias fuimos catalogados durante siglos como los deslenguados. Literal. Porque a los guanches que osaban hablar su lengua ancestral, los colonizadores españoles les arrancaban la lengua. Así de civilizado fue el proceso. A los nativos canarios no solo se les esclavizó y vendió como mercancía por media Europa y América Latina; también se les arrancó la identidad, la espiritualidad animista, la cultura. Basta con visitar la sala de torturas del Museo de Historia de Tenerife para entender de qué hablo. El olvido como política. El silencio como castigo.
Y mientras eso sucedía y sucede, nuestros políticos se entretienen en pijadas varias. Por suerte, algunos artistas han hecho más por la cultura canaria que todos los escaños juntos. Entre ellos, el controvertido cineasta grancanario Armando Ravelo, que antes de su escándalo mediático era conocido por su labor de recuperación de la lengua y la memoria guanche. En sus obras —Ansite, La tribu de las 7 islas, La piel del volcán, Érase una vez en Canarias— se habla en lengua guanche. Su trabajo era arte, memoria y militancia cultural. Pueden encontrarlas en YouTube, y merecen ser vistas.
En enero de 2024, Ravelo fue acusado por varias mujeres de conducta sexual inapropiada, incluyendo insinuaciones a menores. La artista Koset Quintana denunció públicamente que, siendo menor de edad, el cineasta le hizo proposiciones sexuales y comentarios sobre drogas y pornografía. Ravelo reconoció su comportamiento como “reprobable” y se retiró de la vida pública. El caso desató un debate en el mundo cultural, como ya ocurriera con Carlos Vermut. Pero más allá del escándalo —grave y condenable—, sus obras quedan. Y sería un crimen cultural enterrarlas sin más, ignorando el trabajo de tantos actores, actrices y equipos técnicos que trabajaron con él. Separar el arte de la persona no es fácil, pero sí necesario cuando hablamos de legado.
Volviendo al tema de las lenguas, lo indignante es cómo el Estado español ha privilegiado históricamente a los nacionalismos catalán y vasco, mientras el canario ha sido sistemáticamente ignorado. Los primeros rehúyen el principio de solidaridad europea (que no española), negándose a colaborar en el reparto de menores migrantes que llegan por centenares a nuestras costas. Los segundos se creen el ombligo del mundo, denunciando a los colonizadores españoles mientras olvidan que buena parte de esos mercenarios que asolaron América eran vascos.
Y como dijo Ana Oramas, diputada de Coalición Canaria, en una intervención mítica del 18 de noviembre de 2020 en el Congreso:
"¿Es que Canarias tiene que resucitar al MPAIAC para que este Gobierno le haga caso?"
Para quienes no lo sepan: el MPAIAC —Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario— fue fundado en 1964 por Antonio Cubillo. Reclamaba la independencia del archipiélago del Estado español y llegó a cometer atentados con bombas en los años 70. Fue considerado grupo terrorista. Su actividad decayó tras el intento de asesinato de Cubillo en 1978 y el advenimiento de la democracia.
No se trata, por supuesto, de resucitar a nadie ni nada. Pero sí de alzar la voz. De recuperar lo nuestro. De dejar de ser los deslenguados del mapa.
Recomendaciones literarias para lectores con lengua afilada:
La tarta del mes: Tarta fría de melocotón y yogur
Ingredientes:
Elaboración:
Fresca, sin horno, veraniega y con el sabor justo a dignidad.
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