Carlos Castilla
Carlos Castilla Gutiérrez

La serpiente ocupa un lugar selecto entre la serie de animales elegidos por los humanos para encarnar a sus mitos y creencias, sus valores, e incluso a sus dioses. A la versión americana de la serpiente emplumada se opone la mayoritaria extendida por el cristianismo, donde representa el mal.  Al ser la responsable de la salida del Edén en el conocido episodio bíblico de Adán y Eva, es uno de los animales más odiados.

Dichosos son aquellos lugares donde estos seres no han vivido nunca. La explicación científica a la existencia de estos lugares, siempre islas, es su aislamiento que, unido al clima, ha impedido su colonización por los ofidios. Oficialmente, se habla de la Antártida, Nueva Zelanda, Islandia, Groenlandia y la más famosa, Irlanda. El día de su patrón, San Patricio, conmemora precisamente el día en que, según la creencia, expulsó a las serpientes de la isla y con ellas al mal. Se dice que tampoco  había serpientes en la Isla Atlántida, cuyas hijas, las Hespérides, heredaron el mismo don.

Sí, en Canarias tampoco había serpientes, algo de difícil explicación científica dado su clima y la cercanía al continente; la tierra mágica del misterio y el surrealismo vuelve a mostrar su verdadera identidad. Pero este trocito de edén está perdiendo sus elevadas condiciones.

Después de millones de años, el Lagarto Gigante de Gran Canaria había podido sobrevivir, defendiéndose incluso de la última gran amenaza que suponen los gatos asilvestrados, gracias a su valor y tenacidad, a diferencia de sus primos de otras islas  que, al huir,  eran presas fáciles de los felinos.

Su existencia ahora peligra por un nuevo enemigo sigiloso ante el cual no ha servido su noble resistencia, la Culebra Real de California. La globalización capitalista y sus modas han traído a las islas a una serpiente que ya muestra su vocación letal, representante de los temores humanos.

¿Quién expulsará el mal de Canarias y con él a las serpientes?