Nenúfar, ¿has visto a Mandinga?-le preguntaba Tycho esa tarde a su amigo-. Estoy muy preocupado hace días que no la veo.

Tycho llamaba Mandinga a Jutía Conga, un roedor mayor que una rata de cola muy larga.

-No te preocupes -le respondía Nenúfar- ha descubierto un sembrado de boniatos (batatas).

-¿Y eso qué tiene que ver?- preguntó intrigado Tycho. 

-Tú, como siempre, despistado. A Jutía Conga le encanta comer las hojas suaves y lechosas del boniato.

-¡Ummm!, está bien; pero eso no le impide para que le dé vuelta a sus amigos.-y continuó triste-: ¡Baaaah!, yo lo que tengo que hacer es no preocuparme tanto por los demás. 

El lagarto verde, Chipojo, que estaba en una rama de almácigo  cerca de allí,  lo había oído y le dijo:

-Tú ves, ahora si lo estás haciendo bien. Eso es; no preocuparte por los demás y sobre todo: ¡No meterte en líos!

-No, eso no es así- decía ahora enfadado Nenúfar-, los amigos estamos para ayudarnos. Cuando aparezca por aquí hablaremos con Mandinga, para que entienda que sus amigos se preocupan por ella y que se tiene que dejar de ver de vez en cuando.

Entonces, le dijo a Chipojo: -Tú a lo tuyo, y ¡ojalá que nunca te veas en apuros!

Chipojo, que  respetaba mucho a Nenúfar, guardó silencio. Mientras tanto, al otro lado del monte, Jutía Conga, (Mandinga), dentro de su cueva, esperaba la noche para darse un banquete. 

Por su parte, la boa cubana  D°Majá que hacía días estaba merodeando por aquel lugar, descubrió  las andanzas de J. Conga, y estaba esperando el momento preciso para tragársela. Sí, porque Majá envuelve a sus presas, luego las estrangula y finalmente se las traga sin masticarlas.  

Ese día Majá, que se arrastra siempre por la tierra,  había decidido subir a un árbol para buscar alimento hasta tanto pudiera comerse  a Mandinga.

Pero esta vez eligió mal, subió a un árbol donde vivían las pequeñas aves llamadas zorzales. Ellas son muy peleadoras y no quieren a los intrusos. Le armaron tremenda algarabía. Mascullando, bajó, antes de que la picotearan: 

-No me queda más remedio que esperar. Pero cuando la coja si que me voy a dar tremendo banquete. ¡Ja, ja, ja...!

En la Laguna, Tycho había decidido ir en busca de Jutía Conga.

Nenúfar que conocía a Tycho, sabía que estaba inquieto y le preguntó: -Tycho, ¿qué vas a hacer?

-Voy a darle una vuelta a Mandinga. Me extraña mucho que no haya venido.

-Está bien, pero no vayas solo.

Inmediatamente,  se oyó a Chipojo: -Si quieres voy yo.

-¿Tú? Dios me libre -contestó Tycho desconfiado- si vas, solo  a husmear y después estarte burlando todo el tiempo de todo y todos y a ser feliz a costa de la desgracia de los demás. No, no, ¡qué va, ni loco voy contigo!

Entonces, Perro Jíbaro,  que se había acercado a la Laguna a beber agua, dijo: -No preocupes, Nenúfar. Tú sabes lo que quiero a Tycho. Le acompañaré y ¡ay del que se meta con nosotros!

Sin más que decir, emprendieron camino. No habían avanzado mucho cuando oyeron un sonido muy peculiar.

-¡Shuuuu! -le dijo Tycho a Perro Jíbaro, ¿no oyes?

-Sí, esos gritos son de los zorzales, solo lo lanzan cuando están muy irritados. Algún intruso no de su agrado está cerca. ¡Ojalá y Mandinga no esté corriendo peligro! Sigamos, no podemos perder tiempo. Tú sabes que D°Majá es el peor enemigo de ella. Es muy astuto y si la ha descubierto, te aseguro que se la comerá. 

Cerca de allí, ya D°Majá había dado con la cueva de J.Conga y la había seguido. Acechaba el momento de atacar a su presa.

Se decía: Tranquilo, tranquilo. Ya es tuya. Solo tienes que esperar a que se duerma cuando se harte de comer. Entonces: ¡¡¡ZAS!!!, a darse un banquetazo D°Majá.    

Jutía Conga, que no podía aguantar más, salió de su cueva antes del anochecer y se dirigió resuelta al sembrado de batatas.     La boca se le hacía agua sólo de ver el sembrado.

Tan entusiasmada estaba que no se había dado cuenta de la presencia de D°Majá cerca de su cueva.

En el camino, se encontró con Dryas, , otra mariposa del monte cubano, y la invitó al boniatal.

-Dryas, ¿por qué no me acompañas? Hay un boniatal aquí cerca que es una delicia y hasta tú puedes darte un banquete. Las hojas están lechosas, y a ti bien que te gustan los líquidos vegetales; y,  con la facilidad que tú tienes con esa trompa especial que puedes chupar lo que tú quieras, vas a disfrutar mucho.

Por su parte Dryas le contestaba: -Eres muy confiada, un buen día pasarás un susto... ¡Mira que salir de día, ni que tú tuvieras tanta hambre! Tú sabes que D°Majá es tu peor enemigo y te dije ya que hace días está rondando por aquí. 

-¡No seas ave de mal agüero! Déjame comer tranquila estas hojas tan suaves...

¡Uyyyyy!, qué ricas están …-  no hizo caso a los consejos de la mariposa Dryas, una de sus mejores amigas, ¡Cuánto le pesaría más tarde!

Al poco rato de tanto comer, Mandinga se quedó dormida y,  por supuesto, no se había dado cuenta de la cercanía  de su peor enemigo. Pero Dryas, que apreciaba mucho a su amiga, no podía estar tranquila. Además, Tycho no le perdonaría nunca que a Mandiga le sucediera algo, sin que ella no hiciera nada por ayudarla. Por eso, decidió quedarse vigilando. Al ver la cercanía de D°Majá, la fiel Dryas no dudó en buscar ayuda

Por su parte, Tycho y Perro Jíbaro no habían perdido tiempo y casi estaban llegando a la cueva de Mandiga, cuando fueron vistos por Dryas, ésta no perdió tiempo y volando a más no dar, llegó junto a ellos: -¡Heeeeyyyy, heeeeyyyy!!, amigos, he visto como D°Majá está casi arriba de J. Conga, ayúdenme. Síganme, los guiaré. 

Mientras tanto, cuando Mandinga se despertó,  sentía que se ahogaba, D°Majá la tenía envuelta. El terror la paralizó. Sí, porque J. Conga, nuestra Mandiga, siente gran terror por D°Majá quien es uno de sus mayores depredadores. 

Cuando Tycho y sus amigos llegaron, ya casi D°Majá la estaba estrangulando. Sin embargo, al ver a Perro Jíbaro enseñándole los colmillos y en actitud de atacarlo, Majá decidió actuar con inteligencia. Soltó a Mandinga y huyó de allí lo más rápido que pudo arrastrándose. A medida que se alejaba se decía: .Esperaré una próxima vez. Pero no hubo una próxima vez. Al llegar al árbol para ocultarse y ponerse a salvo, lo estaban esperando los zorzales que esta vez  si le cayeron a picotazos.     

Entre tanto, Mandinga, medio atolodranda agradecía a sus amigos la ayuda…

Y cuentan que, desde ese día, Mandinga supo apreciar el valor de una amistad...

Cada  tarde visitaba la Laguna. Siempre se sabía de ella. Ayudaba a todos, nunca más volvió a desobedecer los buenos consejos de sus amigos.

(ILUSTRACIONES DE CATALINA HERRERA COELL)