Quizá la Real Academia Española podría “mirarse” y revisar este concepto especialmente limitante y dependiente del concepto amor. La RAE define el amor: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Además, establece al odio como opuesto al amor. Reconozco que me resuena hasta explotar la cabeza. Es como volver a una caverna imaginaria millones de años atrás. No sé, quizá exagero.
La revista Ethic.es, en un artículo con el título La neurociencia del amor, basado en el estudio publicado en septiembre de 2023 en la revista Philosophical Psychology realizado por investigadores de la Universidad de Aalto, en Finlandia, nos permite disponer de una visión científica sobre el amor.
«Sentir mariposas en el estómago». Cuando nos enamoramos, nuestro cuerpo responde al estímulo. Sus primeros efectos son de sobra conocidos: el cortisol y la dopamina inundan el torrente sanguíneo, provocando palpitaciones, la sonrojante vasodilatación que nos delata a través de las mejillas, las pupilas engrandecidas, el sudor frío en las manos, un estómago cerrado y la euforia descontrolada, dibujando involuntarias muecas de felicidad en nuestros rostros. Si el amor perdura, otras hormonas irán marcando el paso: la oxitocina, que aporta calma y satisfacción, y la vasopresina, la norepinefrina y la serotonina, relacionadas con la percepción de la estabilidad, la rutina y el cariño propio de las relaciones consolidadas.
Bioquímica al margen, el amor no se limita a un solo tipo de sentimiento, sino que es complejo y múltiple. Podemos experimentar la pasión visceral del deseo o el amor desprendido hacia el prójimo, de un carácter lógico. Amamos a nuestras amistades, a nuestros padres e hijos, a los animales con los que convivimos cada día, incluso a conceptos abstractos como a la «humanidad» o a «Dios». Y cada tipo de amor es diferente.
Rainer María Rilke (Praga, 1875-Valmont, 1926) poeta y novelista austríaco es considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal. Rilke concibe el amor como un arte que requiere aprendizaje, paciencia y desarrollo personal. En sus cartas y escritos, plantea que el amor no debe ser una fusión inmediata entre dos personas, sino un proceso en el que cada individuo crece y se fortalece para luego compartir su plenitud con el otro. Para Rilke, amar no significa depender del otro, sino aprender a estar solo y, desde esa soledad, construir una relación basada en el respeto y la admiración mutua.
Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro (Rainier M. Rilke).
Jalal al-Din Rumi (1207-1273) es uno de los poetas místicos más influyentes de la historia. Su poesía, marcada por una intensa espiritualidad, trasciende la concepción convencional del amor romántico y lo presenta como una fuerza transformadora que une al ser humano con lo sagrado. Para él, el amor no es solo una emoción, sino una vía de conocimiento y trascendencia, enfatizando que el amor verdadero no es posesión ni apego, sino entrega y rendición ante lo infinito.
Uno de los temas recurrentes en su obra es la búsqueda interior. Rumi considera que el amor es una fuerza que despierta al ser humano de su letargo espiritual y lo impulsa a un viaje interno de autoconocimiento. Rumi ve el amor como el puente entre lo humano y lo divino. Continúa inspirando a quienes buscan un amor que trascienda lo terrenal.
Amémonos los unos a los otros,
amémonos, amigo mío,
antes de que nos perdamos el uno al otro.
Me añorarás cuando me haya ido.
Harás una tregua conmigo.
Entonces, ¿por qué juzgarme mientras estoy vivo?
¿Por qué adorar a los muertos y combatir a los vivos?
Besarás la lápida de mi tumba.
Mira, yazgo aquí inmóvil como un cadáver,
muerto como una piedra. ¡Bésame la cara en su lugar!
-Jalal al-Din Rumi.
Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891), fundadora de la Sociedad Teosófica, desarrolló un pensamiento filosófico y espiritual que trasciende la concepción romántica del amor y lo vincula con principios universales de evolución y unidad. Para Blavatsky, el amor no es solo un sentimiento humano, sino una fuerza cósmica que impulsa la armonía y la conexión entre todos los seres.
Desde su perspectiva teosófica, el amor verdadero no se basa en el apego personal ni en el deseo egoísta, sino en la compasión y el servicio desinteresado hacia la humanidad. En sus escritos, Blavatsky también relaciona el amor con el conocimiento y la sabiduría. No se trata de una emoción ciega, sino de una comprensión profunda de la interconexión entre los seres. Para alcanzar este nivel de amor, el individuo debe trabajar en su propia transformación espiritual, cultivando la compasión, la paciencia y la sabiduría. Helena Blavatsky es un gran referente para la Fundación Artisophia, de ámbito internacional desarrolla una excelente labor especialmente en Canarias.
Podríamos resumir que el amor, lejos de ser una simple emoción romántica, es un fenómeno complejo que involucra tanto procesos biológicos como aspectos filosóficos y espirituales. La ciencia ha demostrado que el amor no solo impacta en nuestras emociones, sino que también transforma nuestra bioquímica y la actividad cerebral, afectando distintas áreas del cuerpo según su naturaleza.
Sin embargo, más allá de la neurociencia, pensadores y poetas han reflexionado sobre el amor como una fuerza que trasciende lo físico. Rainer María Rilke lo concebía como un arte que requiere aprendizaje y crecimiento personal, mientras que Rumi lo veía como un puente entre lo humano y lo divino. Por su parte, Helena Blavatsky lo interpretaba como una energía cósmica que fomenta la evolución espiritual y la unidad entre todos los seres. En definitiva, el amor no es ciego, sino profundamente transformador. Es una experiencia que abarca múltiples dimensiones de la vida, desde lo corporal hasta lo trascendental, moldeando nuestras relaciones, nuestra percepción del mundo y nuestra propia identidad.