La Edad Media es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV (situémonos entre la Caída del Imperio Romano y el Descubrimiento de América).
Tras el auge del teatro griego y romano, parece que hubo una ruptura de siglos en lo que a representaciones teatrales se refiere. Probablemente, porque en Occidente, el cristianismo rechazara aquella tradición pagana, y esa visión negativa hizo que prácticamente desapareciera.
No fue hasta finales de la Edad Media y la llegada del Renacimiento cuando la idea que ha llegado hasta nuestros días del teatro como representación de un texto dramático, volvió a generalizarse. Algunos autores incluso prefieren hablar de «teatralidad medieval» para referirse a ese conjunto de prácticas escénicas de la época y que son antecesoras del teatro tal como ahora lo entendemos.
El origen del teatro medieval se desarrolló a partir de las festividades religiosas. Hacia el siglo X surgió un teatro litúrgico. Las autoridades eclesiásticas se valían de este arte como instrumento para divulgar valores e historias de la Biblia. Los tropos eran elementos dramáticos y musicales que se sumaban a las representaciones litúrgicas. Se inician representaciones del misterio, la Epifanía, la visita al sepulcro y la Pasión de Cristo, todo ello dentro de la iglesia, primero en el desarrollo de la misa y en el altar. Luego, en otras ubicaciones dentro del templo, hasta que hacia los siglos XI y XII, pasa a representarse en los pórticos, en las plazas y en la calle, lo que permite que se vayan añadiendo otros elementos como el vestuario, la escenografía y el uso de carros que permitían llevar el espectáculo a diversas localidades. El latín culto se fue abandonando en las representaciones para dar paso al uso de lenguas vernáculas, más familiares para la gente común.
Los llamados “misterios” eran dramas de temática religiosa, representaciones de pasajes de la Biblia, de milagros de santos y de la vida de la virgen, pero, poco a poco, fueron apareciendo obras no religiosas, basadas en cuentos tradicionales o anécdotas divertidas, muchas veces moralizantes. En ellas se utilizaba la poesía, la música y la comedia para instruir al pueblo. En esa época se formaron pequeños grupos de artistas profesionales llamados juglares que trabajaban en los patios de las posadas y en las ferias y que se ganaban la vida representando obras frente a un público que buscaba entretenerse.
Tanto las representaciones urbanas como las que se desarrollan en la iglesia, suelen tener lugar en unos espacios escénicos comúnmente llamados mansiones. Las más habituales eran las que representaban el cielo y el infierno.
Otra característica del teatro en el medievo es el uso de la alegoría para representar conceptos abstractos como los vicios, las virtudes o la muerte.
La mayoría de las obras teatrales de este período son anónimas. Un ejemplo es el Auto de los Reyes Magos, del siglo XII, único texto teatral que se conserva en español anterior al siglo XV, y del cual nos quedan 147 versos pareados. Presentan a Melchor, Gaspar y Baltasar siguiendo la estrella que los conducirá hasta Belén y yendo a hablar con el Rey Herodes.
El teatro profano trataba sobre temas no religiosos y como ejemplo tenemos una conocida obra: “La Celestina o Tragicomedia de Calisto y Melibea”, cuyo autor es Fernando de Rojas. Es una de las obras más famosas de la literatura española y representa el final de la Edad Media y comienzo del Renacimiento. Trata sobre el amor entre Calisto y Melibea y aborda temas como la pasión, la codicia y la hipocresía social.
Otra manifestación teatral de finales del medievo fue el teatro cortesano, con los denominados “momos” en los que intervenía toda la corte, desde el rey o el señor hasta los más modestos sirvientes. En los momos se teatralizaban sucesos de la vida cotidiana, a los que se unían la danza, la música y los disfraces. Por otro lado, existieron representaciones relacionadas con bodas en la corte, coronaciones y otros eventos reales.
En las universidades medievales, como herencia del teatro latino, muchas veces los alumnos debían componer textos dialogados en latín; era una especie de obra de teatro para ser leída, no interpretada.
En las últimas décadas del siglo XV aparecen en el panorama del teatro castellano Juan del Encina y Lucas Fernández, unos autores que suponen la transición desde las formas medievales de teatro hacia lo que será el teatro renacentista y, más concretamente, el teatro de los Siglos de Oro.
Pero esto será para una próxima entrega.