Maria-de-la-Luz
María de la Luz

Nos despertamos de madrugada, y el ruidoso silencio del mundo en cuarentena, o más bien de la humanidad encerrada, era lo único que ocupaba nuestra atención. De allí surgió el canto de los mirlos.

Ya casi nos hemos acostumbrado a ese sopor silente, a ese estado inerte, que a cualquier hora de la noche, entrada en horas, nos invade y nos mete en el laberinto del desvelo.

Precisamente esta pasada madrugada, en medio de ese desvelo, que es un lugar común por estos días, él dijo:

—Esos son mirlos cantando.

Yo presté atención y, efectivamente, se escuchaba a la perfección, en plena madrugada y en nuestra habitación, el agradable canto que venía del exterior de nuestra casa.

Qué curioso, mientras los humanos con los ojos abiertos, los oídos afinados, la mente atenta, sumergimos nuestros sentidos en un estado dubitativo de si seguir durmiendo o levantarnos, mientras transitamos los intrínsecos vericuetos del laberinto del desvelo, los mirlos en la noche cantan, como lo han hecho siempre, solo que ahora, debido a los tiempos que vivimos, su canto es visible.

Los mirlos en la noche cantan para quienes quieran darse el tiempo de escucharlos.

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