El mes pasado publiqué el primero de tres artículos sobre la esperanza. Ese artículo, Más allá de la calima, ¿miedo o esperanza?, reflexionaba sobre el pesimismo generado tras varios días viviendo entre niebla, bruma y calima. A pesar de esa situación tan agobiante, intenté reivindicar la esperanza como el horizonte del día después. Traté de invitar a la reflexión sobre cómo nuestra sociedad activa y rebelde ha pasado a ser temerosa y medicalizada, sobreviviendo más que viviendo.
Este mes, desde mi balcón, veo lagunas de cielo azul entre la calima. El más allá aún no está despejado, todavía exuda dosis importantes de temor e incertidumbre, pero a pesar de la conversación de esta mañana con la vecina de la calle, siempre asomada a su ventana, mantengo la esperanza. La saludé, y ella, preocupada por la sequía y la calima, me comentó: «Solo falta que nos llegue una nube de color anaranjado desde África para acabarnos de liquidar». «¿Anaranjado?», pregunté. «Sí, de langostas. Miles de bichos que, como en el pasado, devorarán aquello que sobreviva a la sequía». Además, añadió, «a las langostas les seguirán millones de pequeños insectos que se colarán por cualquier rendija. Espero no llegar a verlo», suspiró.
La niebla y la memoria
se retiran
dando pasos
hacia atrás.
La verdad se distancia;
y un desierto de nombres
nos convierte
en habitantes
sin geografía.
—Daniel María, ‘La soledad de los retratos’ del poemario Falconetti sobre fondo rosa.
Su comentario se asemejaba a esos titulares escandalosos, bulos que advierten de las plagas que vendrán si no seguimos arrodillados ante el caciquismo de las multinacionales turísticas, por poner un ejemplo. Afirmaciones que utilizan las redes sociales y algunos medios de comunicación, altavoces de falsedades, para potenciar el analfabetismo funcional que afecta a una gran parte de la ciudadanía: saber leer textos muy cortos, pero sin comprenderlos ni ser conscientes de ello.
No es analfabeto aquel que no sabe leer, sino aquel que sabiendo leer, no lee.
—Miguel de Unamuno
De esta carencia de comprensión lectora surge la idea errónea de que la esperanza es incompatible con la acción por ser pasiva. Además, se tacha a las personas con esperanza de estar alejadas de la realidad. Lo cierto es que son opiniones fruto de una estrategia para evitar que los ciudadanos y ciudadanas escapemos del consumismo compulsivo. Si no tenemos esperanza, solo nos queda sobrevivir comprando, por lo que pueda pasar (¿Recuerdan la locura del papel higiénico durante la pandemia?).
Los consumidores no tienen esperanzas. Lo único que tienen son deseos y necesidades…. Quien tiene esperanza no consume.
—Byung-Chul Han
Si somos un país que solo toma las calles para celebrar títulos de fútbol, no tenemos derecho a quejarnos de nada. Ni siquiera de este consumismo que nos lleva a coleccionar un crédito tras otro para abocarnos a un presente vacío, sin pasión, sin esperanza. Un hoy sin mañana es un hoy pasivo; un ahora sin felicidad, amistad, amor, humanidad o solidaridad es un ahora sin confianza, indiferente. La abulia y la indiferencia son parasitismo y cobardía. Son el peso muerto de la historia. La única verdad es la existencia de una esperanza activa y fuerte, latente en nuestro interior. Solo hace falta conectarla y estimularla.
Nuestra evolución se nutre de esperanza, que no es solo un nombre de mujer. ¿Por qué la ultraderecha tiene tanta rabia y odio a un futuro con esperanza? ¿Por qué nos contamina con noticias falsas y bulos? La respuesta es obvia: tienen miedo a la fuerza femenina, feminista o no, que avanza. Teme la libertad de la ciudadanía y su voluntad de esperanza, un principio de acción que nos hace responsables.
A la ultraderecha NO le gusta nuestra acción responsable y libre. Es imprescindible que pasemos de tener esperanza (pensamiento) a tomar acción (hacer algo por el cambio). Lo cierto es que hoy en día tener esperanza es como estar embarazada, estar en estado de buena esperanza. De ahí que el futuro pase por aquellas personas que pueden gestar: las mujeres.
¿Quieres que tus hijos e hijas crezcan en un mundo gris, donde unos pocos, generalmente hombres, vivan a costa de muchos, hombres y la mayoría de mujeres?
La esperanza es vida, es mujer.
Si te ha gustado, puedes leer el artículo del mes pasado titulado Más allá de la calima, ¿miedo o esperanza?
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