En la tarde del 25 de marzo de 2025, el Club de creación literaria Alisios de Verso y Prosa volvió a reunirse en la Biblioteca Puntalarga de Candelaria para compartir el Reto propuesto en la sesión anterior.
Además, en esta ocasión recibieron la visita del escritor malagueño Joaquín Delgado Casamayor que les habló de su libro Impresiones Sobre La Semana Santa Veleña, dada la proximidad de la celebración de Semana Santa.
Nuestro agradecimiento a todos por asistir y compartir las impresiones que les dejaba la lectura de los poemas contenidos en el libro en un debate muy interesante.
Los textos leídos en esta ocasión en el Reto tenían como denominador común contar una historia desde la perspectiva del sexo opuesto al autor/a.
Resultó un crisol variopinto, lleno de profundidad, pero también de críticas y humor, que no dejó indiferente a nadie, por lo que las risas y las lágrimas se dieron la mano en otra tarde especial en torno a la Literatura como terapia saludable.
Aquí les dejamos algunas muestras de los trabajos compartidos.
Autora: Matale Arozena
Título: El último día
El día está frío, triste y desapacible, tanto como mi alma, mi mente y todo yo.
¡Maríaaa! La llamo y le digo que se siente a mi lado. La miro y mi corazón se enternece viéndola menuda, suave, envuelta en una placidez y con una inocencia madura que me conmueven.
Escúchame María y no me digas nada. Quiero que me atiendas solamente y recojas todo lo que te digo. Solo deseo que seas el recipiente en el que verter mis certezas y hoy en concreto, mis miserias.
Te he querido y te quiero con toda mi alma, aunque de la manera en la que nos enseñaron a querer y de la forma que fuimos aprendiendo con los ejemplos de los que nos precedieron.
He sido siempre una persona difícil, lo reconozco y en muchas ocasiones no me he portado bien contigo. Lo sé, no me digas nada. Aprendí a ser un hombre en el sentido peyorativo de la palabra. Un hombre que se creía mejor que tú. Muy superior a esa mujer que me acompaña siempre y a la que no permito que sobresalga en nada. Eso, ahora me desasosiega pues la experiencia me ha enseñado que no soy el más indicado para dirigirte la vida.
Ahora se con certeza que han existido momentos de nuestra convivencia en los que he sido, si, es la realidad y lo confieso, maltratador psicológico, creyendo que haciéndote daño afianzaba mi superioridad como persona.
Me has enseñado la sencillez, la sensatez y el respeto y todo eso, sin decirme ni corregirme nunca. Sólo con tu actitud y asertividad.
Es por eso que te pido perdón Y te doy las gracias por ser y estar siempre. Esta depresión que se ha apoderado de mí, quizás es un castigo que la naturaleza me envía… o tal vez es un auto castigo que me impongo.
Ahora María, déjame solo con mis sombras, pues necesito comprender todo este sinsentido que me embarga.
Acompañado solamente por la soledad, pues no quiero que ella esté presente cuando lo pienso, me digo, ¿qué sentido tiene mi vida? Y en instantes, hay unos deseos de desaparecer de este mundo que no me gusta. Cada vez más, tengo la impresión de que María y mis hijos estarán más tranquilos si no estuviera.
Me levanto, me dirijo a la habitación y me asomo a la puerta.
María, voy a coger aire (me siento agobiado). Me dirijo al salón, me pongo la chaqueta pues siento frío, abro la puerta de la terraza y me asomo a la plaza donde hay un bullicio de gente que si bien en otras ocasiones me molesta, apenas percibo. Como un autómata, vacío de todo, cojo la silla que está junto a la mesa y la coloco al lado del muro. Siento una atracción hacia el vacío y hacia la libertad que al mismo tiempo es mi esclavitud. Me siento en el muro y voy arrastrándome hacia el borde. Ya no hay remedio. Vuelo con el viento frío de la tarde. Una luz y al mismo tiempo un golpe.
¡Por Dios! ¡qué angustia! ¡Otra vez este terrible sueño! ¡Ufff! me encuentro sentado en la cama, envuelto en una sudoración fría que reparte un escalofrío por todo el cuerpo. En ese momento, María, mi mujer, me dice:
- Juan, has estado inquieto otra vez toda la noche y balbuceando cosas ininteligibles. Mañana deberás cenar más ligero. Anda levántate para que desayunes y después nos sentaremos a hablar para que me cuentes eso tan importante que me tienes que decir.
Por cierto, anoche dejaste la puerta de la terraza abierta y la silla junto al muro.
¡Cosas que pasan sin saber por qué!
Autora: Rosa Galdona
Título: Tribulaciones con Laura
No la entiendo, a Laura. Laura, a veces, actúa de formas que me dejan completamente desconcertado, y me pregunto si alguna vez podré desentrañar los misterios de su mente, de su cerebro, tan lleno de laberintos. Sin embargo, al mismo tiempo, me doy cuenta de que esta incomprensión mía, esta incapacidad que me hace estar siempre intentando alcanzarla, es lo que hace que nuestra relación sea tan profundamente fascinante.
Desde el principio, supe que Laura era diferente. Su manera de ver el mundo, tan llena de matices y detalles que yo ni siquiera notaba, me cautivó al instante. Para ella, los colores y los olores son infinitos, podríamos hablar de tonalidades y evanescencias hasta la saciedad. Es hipnóticamente cautivador, este asunto Pero, con el tiempo, también me di cuenta de que sus emociones eran, son, un océano profundo y turbulento, jodidamente difícil de navegar. Hay días en los que me encuentro perdido, intentando interpretar sus silencios, sus miradas y sus gestos. Hay noches en las que no sé si soy un náufrago o un barco hundido.
Recuerdo una tarde en particular, estábamos en la playa, disfrutando del sol poniente y el salitre sobre la arena negra. Laura parecía estar enojada por algo, pero cuando le pregunté, solo me miró lánguida y dijo que no era nada. Esa noche, después de mucho insistir, me confesó que se sentía insegura porque había visto una foto mía con una antigua amiga en Facebook. Aquello me hizo darme cuenta de lo importante que tenía que ser para mí conseguir que se sintiera segura y valorada.
A lo largo de estos años juntos, he aprendido que el amor no siempre se expresa con palabras. Laura tiene una manera única de mostrar su cariño. Puede ser en la forma en que prepara mi café cada mañana, justo como me gusta, o en esos pequeños mensajes que deja en mis bolsillos antes de que me vaya al trabajo, como breves notitas de colegiala, o en los nudos que hace con mis calzoncillos mientras me ducho, para que yo los tenga que desatar para ponérmelos. Estos gestos, aunque pequeños, hablan de un amor cómplice y único.
Uno de los momentos que más atesoro es cuando, después de un largo día, Laura me espera con una comida casera y una sonrisa, (con lo poco que le gusta cocinar…) No hay palabras que puedan describir la felicidad que siento en esos momentos. Es su manera de decirme que me ama y que está ahí, no para mí, sino conmigo. Ella me ha enseñado que la clave del entendimiento es el respeto, el cariño y la comunicación. No siempre es fácil, y hay días en los que siento que estamos hablando en idiomas completamente diferentes. Pero cada malentendido nos ha enseñado algo nuevo sobre nosotros mismos y sobre nuestra relación. Ya sea viendo una película juntos en el sofá, paseando por la ciudad, jugando a pádel o haciendo en la cama eso que tanto le gusta (la cucharita).
En definitiva, existir a su lado es vivir bajo una cascada de instantes en fuga constante que nos gritan el porqué de estar juntos. Y esos instantes son, tambien, para mí, luces de intermitencia con las que mantengo presente la dificultad patente que tengo para entenderla del todo. Porque es que muchas veces no la comprendo. Mi amor es, en sí misma, un desconcierto para mi yo atribulado y enamorado. Un misterioso desconcierto profundamente fascinante. Amo a Laura.
Autora: Kandela Correa
Título: La que lías
Soy Elías y estoy en la sala de espera de una clínica de estética. Ocho personas y yo el único hombre, sentado en el sofá violeta de tres plazas, las piernas espaturradas y observo las piernas de las féminas cruzadas (un deleite para la vista), una señora de las que no tapan sus canas lanza una mirada inquisidora al "paquete" que parece derramado cuál ramillete de uvas, seguro que ese pantalón con algo de licra... tal vez demasiado ajustado.
Se escucha mi nombre por megafonía, seré el siguiente en pasar a la puerta número dos allí está la cabina del laser. Estaba cansado de tener que afeitarme la cara a diario, es una cruz que tenemos los hombres, pero claro ahora entre la crema que reduce la fuerza del vello, los masajes durante 5 minutos, circulares y ascendentes acabo agotado.
Me consuela saber que ellas lo tienen peor, yo con 45 años quiero aparentar 30 y si voy de sport me resto cinco, aunque ya para los compañeros de trabajo soy un pureta que se deja sin teñir algunas canas y claro se me van los ojos a los yogurines.
Lo de vivir con alguna es más complicado, ya no existen los conceptos de: lo que tú digas, dime lo que te gusta. Esas cosas son un poco frustrantes para mí.
Ahora hablaré de la moda, ellas pueden ponerse, incluso en invierno, zapatos preciosos y en verano lucir sus pies desnudos calzando sandalias, yo, si me pongo unas de hombres, parezco un carmelita o un guiri despistado. Otra cosa que me repatea mucho es la maldición de los calcetines y las costuras en contacto con los dedos, seguro que lo ideó una mujer.
Pero todo se modifica al llegar a casa, chilaba larga y unos gayumbos largos, sí, esos que se les ha aflojado la cinturilla, se sobreentiende que estoy solo y soltero, he tenido relaciones pero ellas enseguida establecen las normas y las listas, aunque ni siendo buen cocinero te recompensa, suelo dejar la cocina igual que si hubiese pasado un huracán. Ahora friego la loza cada 3 días, o compro con envases desechables, no separo la basura y si me olvido le pongo otra bolsa perfumada y asunto resuelto.
Es verdad que extraño cuando estoy enfermo y no tengo quien me mime. Mi hermana viene a verme pero es muy resongona.
En el trabajo soy muy diferente, diría que soy otra persona. Bueno... las reflexiones mientras estoy en la camilla concluyen en que al final aspiraría a tener la oportunidad de preparar mi vida para compartir y buscar que lo importante sea, andar de la mano de alguien, para eso también estaría dispuesto a cambiar un poco mi actitud. Me cuesta mucho... pero a ver qué pasa.
Autora: Míriam Suárez
Título: El lado oscuro del positivismo.
—Amor, quiero esperar a que te metas en la cama.
—Aún no. Me respondió mi novia, Teresa, mientras yo me retocaba la barba. Acababa de salir de la ducha y sólo llevaba una toalla blanca alrededor de la cintura. Ya es de noche, aunque no muy tarde, y el ruido de la afeitadora resuena por la casa, pero ella no lo escucha.
Teresa siempre ha sido una mujer muy positiva pero últimamente se ha convertido en alguien que a veces come muy rápido y otras demasiado despacio, pero nunca sabe qué sabor tiene la comida. Sus ojos se están apagando, parece una autómata que cumple con su rutina, sin dejar de sonreír.
Cuando me meto en la cama, la atraigo hacia mí para dormir en cucharilla. Ella también está desnuda.
Después de un rato, se me duerme el brazo y terminó con su pelo en mi cara porque da vueltas en la cama, como de costumbre, pero en lugar de ir cogiendo el sueño, se acurruca en mi pecho y rompe a llorar.
Esta noche, la mujer de treinta y seis años se ha convertido en una niña herida que me busca como refugio, mi niña.
Fuera llueve y yo suspiro hondo mientras pienso: tengo que enseñar a esta niña que reprimir sentimientos rompe el alma.
Autor: Lange Aguiar
Título: La historia de Samuel Samantha
Había una vez un hombre llamado Samuel, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y montañas. Su vida era monótona; trabajaba en el campo, se preocupaba por sus responsabilidades y rara vez se permitía sentir más allá de la rutina diaria. Un día, mientras se preparaba para salir, se detuvo frente al espejo. Al mirarse, algo extraordinario ocurrió: su reflejo había cambiado. Samuel ya no era el hombre que conocía; en su lugar, había una mujer, con ojos brillantes y una sonrisa suave que llenaba el espejo de una luz cálida.
Al principio, se sintió aterrado. Sin embargo, a medida que observaba su nuevo reflejo, comenzó a experimentar emociones que le eran ajenas. Su piel, antes solo un medio para cargar con el peso de la vida, ahora vibraba con una sensibilidad desconocida. Cada roce de la brisa en su rostro era un susurro de la tierra, cada rayo de sol un abrazo tierno. Un amor profundo por la naturaleza lo envolvió, como si el mundo que siempre había conocido ahora le hablara en un idioma que nunca había escuchado.
Con cada día que pasaba en su nueva forma, Samuel, ahora Samantha, redescubría a su familia. Miraba a su madre con ojos diferentes, sintiendo un lazo que nunca había reconocido. Con cada conversación, cada risa compartida, su corazón se expandía, llenándose de un amor que parecía fluir desde la tierra misma.
Samantha comenzó a caminar por los campos, a tocar las flores y a sentir la vida pulsar a su alrededor. Cada paso era un descubrimiento, un regreso a la esencia de lo que significaba estar vivo. La conexión con su familia se profundizó, y en sus ojos vio no solo un reflejo, sino un legado de amor que siempre había estado presente, pero que nunca había apreciado.
Así, en el espejo, no solo había encontrado una nueva forma, sino también un nuevo sentido de ser. Aprendió que el amor y la conexión son partes intrínsecas de la vida, que se manifiestan de formas inesperadas y bellas. Al final, lo que comenzó como un misterio se convirtió en un viaje de auto-descubrimiento, donde el amor por la tierra y la familia floreció en su corazón, llevándola a una vida llena de emociones y deseos que jamás había imaginado,
Autora: Luisa Chico
Título: Reencuentro
Buscó nervioso entre los transeúntes que avanzaban por la acera la esperada presencia que hoy parecía hacerse desear.
-Igual hoy no viene… -un pensamiento inevitable que le puso de malhumor- ¡Viejo estúpido! Pareces un adolescente esperando ver llegar a tu chica.
Se había acostumbrado a verla allí cada tarde, aislada del mundo que la rodeaba, con los ojos clavados en un libro que devoraba con pasión mientras tomaba su café de la tarde antes de seguir con su paseo.
Hoy parecía retrasarse y él iba poniéndose nervioso por momentos.
Alzó la mano para pedir la cuenta, pero lo que hizo fue pedir un segundo café, acababa de verla avanzar rumbo a la cafetería. Un suspiro de alivio alzó su pecho.
–Definitivamente estás muy mal viejo loco -pensó.
La observó entrar buscando con la mirada la mesa más aislada del bar, la única libre estaba justo a su lado, en el rincón, y eso arrancó una sonrisa nerviosa en Juan Antonio. La vio sentarse y abrir su libro mientras ordenaba un café americano con aquella sonrisa que a él le estaba volviendo loco.
–Dónde habré visto yo antes esa sonrisa… ¿Será ella? –volvió a asaltarle aquel pensamiento. Hoy no solo podría observarla discretamente, sino que podía oler su perfume y eso lo inquietaba sobremanera.
Media hora después la vio pagar, él también hizo lo mismo levantándose con intención de seguirla. Ya lo había hecho la tarde anterior. La siguió en su paseo por la avenida marítima hasta verla sentarse de nuevo al final de la misma y volver a abrir el libro para seguir leyendo, pero esta vez frente al mar. Recordaba que antes de llegar a su altura la tarde anterior había cambiado la dirección de sus pasos temiendo que ella pudiera sentirse acosada. Un pensamiento absurdo porque en ningún momento había reparado en él. Sin embargo, a Juan Antonio le seguía rondando una idea en la cabeza desde hacía días y hoy intentaría abordarla para comprobarlo.
La vio sentarse en el banco de la avenida y perder su mirada en el mar. Se preguntó qué pensamientos rondarían aquella cabecita gris. Se acercó lentamente tomando asiento frente a ella que lo miró por un segundo para volver su vista al mar, ignorándolo.
-Buenas tardes. ¿Me permite el atrevimiento de hacerle una pregunta? –Ella volvió a mirarlo sorprendida.
-Dígame. –Echó de menos su sonrisa. Le miraba seria y distante.
-¿Por casualidad se llama usted María Luisa? –Le temblaba hasta la voz por el nerviosismo. Nunca se imaginó tan atrevido, él que era tan tímido con todo el mundo.
-¿Cómo lo sabe? ¿Nos conocemos? –Había conseguido despertar su interés y eso le ponía aún más nervioso. Comenzó a sudar a pesar de que la tarde era primaveral y más bien fresca.
-Creo que sí. ¿Vive o vivió usted en Santa María del Mar?
-Cierto…
-¿Y por casualidad recuerda a un chico de pelo negro y rizado con el que salió por un tiempo hace muchos años?
-¿Juan Antonio?
-El mismo que viste y calza… cincuenta años más viejo.
Ambos rieron nerviosos.
-¡No me lo puedo creer! ¿Qué es de tu vida?
-Pues ya ves… aquí, viviendo en Candelaria. Llevo días observándote en la cafetería. Tu cara y sobre todo tu sonrisa me resultaban familiares, pero hasta ayer no llegó a mi cabeza el pensamiento de quien podías ser. Hoy por fin me he atrevido a abordarte, espero no haberte molestado.
-¡Para nada! Hay que ver las vueltas que da la vida… Me alegro mucho de verte. -Ahora le observaba con curiosidad.
-Siempre te veo sola… -se aventuró a insinuar él.
-Estoy divorciada, y mis hijos viven lejos, también vivo aquí desde hace tiempo.
-Yo enviudé hace un año, un cáncer se la llevó sin casi darnos cuenta. –Volvió su vista al mar para que ella no pudiera ver su tristeza ante el doloroso recuerdo.
-Lo siento mucho, debió ser muy duro.
-Vivíamos en La Orotava, cuando enfermó quiso vivir cerca del mar, teníamos un pequeño estudio aquí y nos vinimos. Cuando falleció ya no tuve valor para volver a la casa familiar. Mi hija vive en Madrid. La vida nos va cambiando con su ir y venir. –Su voz denotaba tristeza.
-Es verdad, pero hay que seguir adelante y vivir el momento según se va presentando. Yo estoy muy bien aquí, la verdad, vendí mi piso en Santa Cruz y… a vivir en paz en Candelaria. –Ambos sonrieron- Creo que me voy marchando, -se puso en pie- la tarde se ha puesto ventosa y no quiero resfriarme. Me ha encantado encontrarte.
-¿Nos vemos mañana y tomamos juntos el café de cada tarde?
-Por supuesto que sí, tenemos que ponernos al día. –La sonrisa que le dedicó antes de despedirse de él con dos besos en las mejillas, le acompañó el resto del día y le desveló esa noche. Estaba deseando que volviera a amanecer.
Días más tarde se les podía ver paseando por la avenida cogidos del brazo. El Destino había hecho los lazos necesarios para unir dos corazones que se esperaban hacía tiempo para retomar su amor.
Autora: Marisol García
Título: Mujer tenía que ser
Mi madre acaba de morir.
Imaginaba que llegaría este momento, pero no pensé que fuera tan rápido.
Quiero llorar su ausencia, pero estoy delante de demasiada gente que me mira, esperando que lo haga. Los hombres no lloran, los hombres no pueden romperse de dolor como lo hacen las mujeres. Ellas lo tienen más fácil. Eso es lo que se espera de ellas y van y lo hacen con una naturalidad que me espanta.
Mira Angelina que guapa está. Menudo cuerpo tiene todavía. Ufff, se está acercando hacia mí. Me abraza y me da el pésame, y yo, todo tieso danto el tipo.
Creo que es verdad la estadística de que tenemos 7 mujeres para cada uno. Ummm, la verdad es que en esta habitación hay muchísimas más mujeres que hombres. Pero claro, los hombres no vienen a estos sitios, eso es cosa de mujeres.
Bueno…no te vayas del tema.
Según esa estadística tendría para mí a Loly, Encarna, María, Rebeca, Blanca, Cande y…a ver quién más me gusta de aquí. Ya la tengo…a Paqui. Ésta sí que está buena.
Mi hermana es más joven que yo, pero claro, yo llevo los años mejor que ella.
Yo estoy calvo, pero eso se arregla en Turquía…pero ella está gorda y la verdad es que no la veo en el gimnasio machacándose.
De repente ella, que se la ve llorando y destrozada, acompañada por su mejor amiga, se levanta del usado sillón y se acerca a mí. Me agarra fuertemente del brazo y me dice enfadada. ¿Quieres dejar de pensar el alto, pedazo de cerdo?, hasta mamá que está muerta, se revuelve de escuchar tus mamarrachadas.
Autora: Cele Díaz
Título: Hombre
Soy un hombre, traigo en mi código genético la palabra “guerrero ” .
Y sí, desde el minuto cero voy a la guerra, tengo que ganar, que ser el primero. Comienza la batalla, millones de espermatozoides salen a la caza de un óvulo, pero solo uno lo alcanzará, lo fecundará y hasta de él dependerá que sea macho o hembra el nuevo cachorro porque mi sello identitario es XY, yo quiero ser ese.
Ardua batalla, una vez conseguido te queda impresa en tu piel esa lección y siempre consciente o inconscientemente buscamos ser “el macho Alfa” de la manada, el que la conduzca, el poseedor de la verdad, el que sabe hacer las cosas.
Mi pensamiento se encierra en cajas separadas, clasificadas por departamentos, todo aséptico, todo bajo control, dejando a un lado los sentimientos, nacemos entrenados en el desapego y el culmen de mi ideario para liberarme de lo que me ocupa o preocupa “ la caja de la nada”, esa que al sexo opuesto descoloca y enerva.
Pero reconozco que a veces se nos olvida un detalle, somos 50% macho y 50% hembra en el momento inicial. Después se define nuestro sexo, pero seguimos teniendo un porcentaje importante del contrario, por eso, no somos tan puros como creemos. Y por eso, nos necesitamos ambos. Yo reivindico ese maridaje porque así se complementa y hace más fuerte la calidad del ser humano que habita esta tierra.
Siempre decía que si volviera a nacer quisiera ser hombre por vivir la experiencia, era un sueño inalcanzable, incierto. Hoy, se ha hecho real.
¡Cuidado con lo que se sueña!
Soy un hombre-hombre, bendita presencia.
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