Matale
Matale Arozena

Y no veía…

Como tus pétalos se iban deshojando de la flor encendida de tu juventud.

Y como me fui envolviendo yo también en una sombra casi imperceptible pero cierta.

Y no quise verlo…

 Escondiéndome en los recuerdos preciosos de tu infancia y asiéndome a tus guiños engañosos, ya contaminados de esa plaga que silente va haciendo desaparecer tus huellas de nuestro camino.  

Comencé a verlo…

en tu silencio y en mi soledad acompañada por una imagen tuya, cada vez más inanimada.

Y continuaba viendo…

las sombras inertes de tus ojos, sin poder (o querer) adentrarme en la realidad, rompiendo esa barrera que quizás puse yo para no sentir que ya no eras mía, ni tan siquiera tuya.

¿Qué buscabas entre la nieve si tenías el abrigo de nuestros brazos?

¿Por qué saliste a buscar y probar un horizonte incierto, de fuegos fatuos y sonidos silenciosos, si las palabras “amor” y “te quiero” te envolvían queriendo protegerte de “aquello” que al fin se atravesó en tu camino? 

 Y también en el mío. 

Tu libertad llegó disfrazada de sueños no soñados. Y mi esperanza se quebró como mi corazón en mil pedazos, sin que pueda recomponerlos, pues cada vez que lo intento en los instantes en que eres capaz de mirarme con esa mirada en la que me sumerjo buscando tu yo perdido, descubro un vacío desesperado desprovisto incluso del propio vacío. 

Entonces mi esperanza maltrecha, marcha tras tu voluntad que va a la deriva, pues no sabe nadar hacia la orilla.

Huiste, mi niña, del sufrimiento y te has encontrado de bruces con él. Sé que sufres por nosotros, pues tu almohada, húmeda, recoge toda tu impotencia en las noches cómplices de tu desventura. 

Pero llega el día y desapareces y te vas buscando nuevos sueños, espejismos blancos que de nuevo te desvisten de dignidad.

Yo salgo a buscarte, casi a diario, donde sé que puedo encontrarte y te recojo entre mis brazos, como un pájaro que cayó del nido, con tu sonrisa rota y tu mirada perdida.

Y lloro, lloro y lloro hasta que me sobrepongo. Pero ruego a la vida que esta vez, no…

En memoria de las víctimas de esta terrible plaga entre las que incluyo a las familias de las mismas.

Emotiva y terrible a la vez, esta canción del cantautor valenciano Joan Baptista Humet (1950- 2008), cuyas composiciones se desmarcaron de las canciones de autor de aquella época. 

Clara está incluida en su álbum “Hay que vivir” (1980), quizás su trabajo más importante y que le hizo famoso en Hispanoamérica.

En YouTube tenéis esta preciosa canción.

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